domingo, 20 de septiembre de 2009

EL BUEN TONO EN LAS CONVERSACIONES

Aunque vivimos en una época dominada por la imagen, el elemento fundamental de nuestras relaciones sociales sigue siendo la palabra. “habla para que yo te vea”, dijo Sócrates a un joven al que le acababan de presentar; he aquí una de las numerosas reflexiones de la sabiduría griega que han sobrevivido a los siglos. Todos hemos visto en muchas ocasiones a personas con una presencia impecable que se desmoronan en cuanto abren la boca. Y es que con el atractivo físico se puede nacer, la elegancia de una indumentaria no es difícil de conseguir, pero la belleza de la palabra es el resultado de un arduo aprendizaje ya que en realidad es el espejo de nuestra cultura.

Quien habla lo hace para ser escuchado, lo que implica ser oído y entendido; en consecuencia, resulta imprescindible que sus palabras sean audibles e inteligibles para quien le escucha.

El primer factor a tener en cuenta es la entonación de la voz, cuya importancia es mucho mayor de lo que algunos piensan: siempre resultará más grato escuchar a una persona que habla con riqueza de matices que a quien lo hace con un soniquete monocorde o estridente. Apenas se puede influir en el timbre de nuestra voz, pero sí se puede modular su tono, incluso con prácticas muy sencillas como escribir unas pocas palabras y ejercitarse leyéndolas repetidamente en distintos tonos, del más agudo al más grave y a la inversa.

Desde luego constituye una falta absoluta de educación hablar a gritos o con un volumen desmesuradamente elevado, pero tampoco es de buen gusto hacerlo tan bajo que el interlocutor tenga que efectuar un continuo esfuerzo para interpretar nuestros susurros.

LAS VIRTUDES DEL BUEN CONVERSADOR

Escuchar y hablar en el momento oportuno, sin mantener silencios prolongados ni privar constantemente de la palabra al otro, es una disciplina que debe ser adquirida y ejercitada. Hay personas que tienden a monopolizar la conversación y otras que tratan de deslumbrar con sus conocimientos. Ambos son vicios que terminan aburriendo y provocando el rechazo de los oyentes.

Algunos consejos de gran utilidad para quien quiera ser un buen conversador son los siguientes:

- La gente, por lo general, quiere que se hable de sus problemas, aficiones e inquietudes, no de los de su interlocutor. Según un aforismo clásico se ganan más amigos en dos meses preocupándose de los demás que los que se conseguirán en dos años intentando que los demás se preocupen por uno. Y para poder hablar de lo que interesa a otros es preciso averiguar sus preferencias, sus gustos personales e inquietudes; anímelos a que hablen de sí mismos.

- El nombre propio es algo agradable de escuchar para cualquiera. Cuando quiera mejorar su comunicación con alguien, introduzca su nombre en la conversación varias veces.

- Saber escuchar es una autentica virtud y uno de los fundamentos de la capacidad de seducción. No interrumpa la exposición que le hacen. Preste atención y haga algunas preguntas sobre lo que le dicen para demostrar que estás atento e interesado. En este sentido es muy práctico recurrir, en el momento oportuno, a expresiones de apoyo, tales como “¿si?”, “¿tu crees?”, “¡jamás!”, “¡cierto!”… refuerzan nuestra condición de oyentes activos y no interrumpen al que está hablando.

- Muestre respeto a las opiniones del prójimo. No le diga directamente que se equivoca y, si cree que debe corregir su criterio, destaque primero sus virtudes y aciertos. No se dirija a él con aire de superioridad. Siempre resulta más fácil escuchar una crítica después de haber oído algún elogio. En todo caso, hable de sus propios errores antes de criticar los del otro. Y si es usted quien se ha equivocado, reconózcalo de inmediato.

- Cuando hable con alguien, no comience discutiendo los puntos en que existía divergencia de criterios, acentúe los objetivos comunes.

- Nunca se gana una discusión. Casi nadie acepta con facilidad dar el brazo a torcer. Aun en el caso de que alguna persona consiga demostrar a otra que esta equivocada, la habrá sometido a un cierto grado de humillación, sobre todo si el debate es en público. Ni siquiera en la viveza de una discusión ponga en duda la capacidad de su interlocutor, no pregunte “¿me entiendes?”, diga “¿me explico?”. Si utiliza la ironía hágalo con suavidad.

- Deje que sea su interlocutor quien hable más. Es asimismo preferible dejar que la otra persona crea que las ideas son suyas porque así se sentirá más importante. “como tu sabes bien…” es una vieja fórmula retórica que no falla.

El objetivo básico de las personas que inician cualquier conversación es el de ser oídas y comprendidas por sus interlocutores.

Para ser oídos es preciso hablar con claridad, es decir, con el volumen de voz adecuado al lugar y a la situación, y con una correcta pronunciación.

Para ser comprendidos y evitar interpretaciones erróneas, hay que ponerse en el nivel de entendimiento de quienes nos escuchan, utilizando el lenguaje más adecuado a cada auditorio. Por supuesto, es de mal gusto, salvo que resulte estrictamente necesario, hablar en un idioma que sólo entienden algunos de los presentes.

Del mismo modo, el tono empleado condiciona por completo el resultado de la conversación. Apoyarse en citas de significado equivoco o intentar insertar bromas en un contexto serio afectará de forma adversa a la imagen que se quiere transmitir. No conviene olvidar que contar chistes o anécdotas es casi un don y cuando no se posee es mejor abstenerse de utilizarlos

COMO INICIAR UNA CONVERSACIÓN, RECURSOS Y CONSEJOS

Los problemas comienzan muchas veces antes de entrar en el núcleo de la conversación. Acertar en los primeros momentos de un encuentro con un desconocido es, sin duda, un logro encomiable.

La experiencia refleja que una de las disfunciones más comunes que se producen cuando los recién presentados inician la charla es el olvido de sus nombres. Es bastante habitual que, en estas circunstancias tengamos que disculparnos ante nuestro nuevo amigo y rogarle que nos recuerde su nombre. Se trata de un lapsus de memoria propiciado por una ligera carga de nerviosismo que acompaña a cualquier presentación. No hay soluciones mágicas frente a estos olvidos, pero un pequeño truco que le puede ayudar es el de introducir de vez en cuando el nombre de su interlocutor en la conversación, sobre todo durante los primeros minutos (dos pájaros de un tiro: halaga la vanidad del oyente y le ayuda a usted a recordar su nombre)

Por otra parte, no todos somos extrovertidos ni gozamos al hacer nuevas amistades. Muchas personas sufren al verse obligadas a iniciar más o menos forzadamente una charla con gentes a quienes no conocen. Los primeros diálogos son los más duros, sumándose a la dificultad de encontrar temas de conversación, el temas a manifestar gustos y opiniones que puedan ser contrarios a los de nuestro oyente.


Para empezar

Lo cierto es que, en encuentros fortuitos con personas desconocidas y, en general, siempre que intentemos iniciar una conversación a partir de la nada, terminaremos cayendo en los tópicos y en las trivialidades establecidas al uso. Hablar del tiempo, de los titulares de periódico, pedir fuego, preguntar al otro sujeto si va en nuestra misma dirección, y otras frases similares, son giros aceptados universalmente para componer un principio de dialogo.

Su importancia no radica en el contenido literal de las palabras, normalmente bastante hueco, sino en la intención que manifiestan de desarrollar un charla.

Manteniendo la complicidad del lenguaje simbólico que se emplea en estas ocasiones, es obvio que la respuesta de la otra persona ante preguntas de este tipo habrá de ser valorada, sobre todo, por su tono de voz y por la expresión de su rostro. No es difícil interpretar si nuestro compañero accidental tiene interés en hablar con nosotros o si prefiere continuar en silencio. En cambio, en entrevistas concertadas y citas de negocios, se evitan estos rodeos y se entra directamente al debate, después de unas breves expresiones de saludo y cumplido.

Aunque las costumbres sociales han cambiado mucho en los últimos años, hay preceptos que conservan su vigencia. En lo relativo a las conversaciones, mantiene todo su vigor el que veta, por inoportuna, la propensión a hablar constantemente de uno mismo. Sobre estos vicios que se dan en la expresión verbal ha escrito Nadine de Rothschild algunas reflexiones muy certeras: “hay que tener la modestia de no hablar de si mismo, además de eliminar los tópicos, las frases hechas, los clichés y todo lo que demuestra impersonalidad”. Es incuestionable que el tópico y la frase hecha denotan pereza mental, y falta de imaginación. Huir de esos lugares comunes es una pauta que debe imponerse cualquiera que aspire a una charla amena y atrayente.

Con la debida prudencia, cabe defender la utilización de citas y refranes si se ajustan con mesura y brillantez a la conversación, pero siempre con moderación. Recuérdese una de las recomendaciones que Don Quijote de la Mancha dictó a su escudero cuando este proyectaba asumir el gobierno de la ínsula Barataria: “Mira, Sancho, no te digo yo que parece mal un refrán traído a propósito, pero cargar y ensartar refranes a troche y moche hace plática desmayada y baja”.

Un lamentable efecto producen los tics consistentes en un breve sonido (“humm”, “ejem”, “eeh”…) con los que el orador quiere ganar tiempo o buscar un enlace para unir sus frases. De ser necesaria alguna pausa de este tipo, debe resolverse simplemente con un corto silencio. Utilizándolo de un modo correcto, sirve incluso para aumentar la expectación del auditorio.

Otra de las características de los buenos conversadores es el respeto al turno de los demás cuando están hablando, y la capacidad para hacer respetar el propio evitando interrupciones indeseadas. Para evitar que le interrumpan, no mire a quien lo haya hecho o intentado, continúe mirando a la persona con quien habla y siga la conversación o haga incluso un suave gesto con la mano indicando que no admite de momento la interrupción. Si, por el contrario, quiere usted intervenir, llame por su nombre a quien tiene la palabra o aproveche cuando está terminando una frase o cuando haga una pausa, y comience con unas palabras que suavicen su entrada.

Dialogar, es como mínimo, transigir en el uso de la palabra. Y esta transacción ha de manifestarse en un equitativo reparto del tiempo y del turno, realizado pacíficamente y con naturalidad, de forma que se genere con fluidez un intercambio de frases, preguntas, respuestas y opiniones en el que todos consideren haber dicho lo que tenían que decir y acepten haber oído propuestas y comentarios de interés.

En otro tiempo, los temas “autorizados” para charlar abiertamente estaban muy limitados, pero aún hoy hay contenidos y actitudes que causan mala o muy mala impresión. En este sentido convendría recordar:

- Los “cotilleos” siempre llevan en el fondo una intención maligna, es falta de educación tanto escucharlos como repetirlos.

- Evite hacerse eco de rumores sin contrastar, puesto que les estará dando credibilidad que no tienen

- Es mejor no hablar ni de su salud no de la de los demás y, en todo caso, no entrar en detalles.

- No critique ni permita que critiquen delante de usted a quin no está presente.

- En las conversaciones sobre política y religión, hay que extremar el respeto y la prudencia ya que se consideran temas muy personales.

- Si habla de sus hijos, de su pareja, de su familia o de sus amigos, evite los superlativos desmesurados.

- Procure no hablar durante mucho tiempo de personas que los demás no conocen, ni entable una conversación técnica o especializada si en el grupo hay personas que no lo dominan.

- No utilice palabras o expresiones vulgares, solo sirven para dañar su imagen.

LAS DESPEDIDAS

Finalizado el encuentro, la despedida debe ser rápida y suave, sin cortes bruscos pero a la vez sin dilaciones innecesarias. La peor forma de terminar una conversación es hacerlo despacio, dando unos pasos hacia atrás y volviendo otra vez a iniciar la charla, diciendo adiós reiteradamente.

LA IMPORTANCIA DE SABER ESCUCHAR

Desde principios de siglo se llevaron a cabo numerosos estudios e investigaciones acerca de la escucha y las conclusiones fueron contundentes; dedicamos a la comunicación entre un 70 y un 80 por cien de nuestro tiempo y, de ese periodo, casi la mitad la pasamos escuchando.

Aunque en una visión superficial se pueda pensar lo contrario, escuchar no es nunca un acto pasivo, sino que exige un comportamiento vivo y dinámico por parte del sujeto oyente. La comunicación es, como mínimo cosa de dos. Oír es un acto involuntario, mientras que escuchar es una acción deliberada que requiere una postura participativa. En consecuencia, la eficacia de la palabra hablada depende casi tanto de cómo se hable que de cómo se escuche.

En puridad, el proceso comunicativo basado en la escucha obliga al oyente a desarrollar ciertas capacidades. Entre ellas, la de sentir y percibir lo que la otra persona esta transmitiendo, la de interpretar ese mensaje que ha captado, la de evaluarlo decidiendo su importancia y validez y la de responder al otro sujeto, haciéndole saber que se ha comprendido su exposición.

Aprender a escuchar, es en cierta medida, aprender a dar. Un buen oyente es el que sabe, realimentar a su interlocutor, ofreciéndole gestos, ademanes o pequeñas preguntas, manifestando asÍ su interés y su participación consciente en el proceso comunicativo. La persona que está hablando agradecerá siempre expresiones de apoyo de los oyentes activos (“¿tú crees?”, “puede ser”…). Estas pueden incluso limitarse a pequeños sonidos de acuerdo o desacuerdo y no deben ser tomadas como interrupciones.

En general las preguntas, si se hacen de un modo adecuado, son las mejores herramientas para escuchar, ya que permiten clarificar lo que la otra persona está diciendo, haciéndole ver al mismo tiempo que el tema es interesante y que se le escucha con atención.

Una de las necesidades fundamentales para quien habla es comprobar que se le escucha. Consciente de ello, hace más de tres mil años el sabio egipcio Ptah – Hotep escribió: “el funcionario que atiende las peticiones de los ciudadanos debería escucharles pacientemente y sin hostilidad, porque el peticionario no desea tanto que le concedan lo que pide como que escuchen lo que dice”. Esto es, con siglos de antelación, lo mismo que se enseña a quienes van a trabajar en departamentos de atención al publico que la escucha activa es un comportamiento muy eficaz para reducir conflictos y granjearse la simpatía de quien habla.

Pero existen bastantes dificultades que complican la escucha. Entre ellas cabe resaltar las más comunes: para escuchar a los demás se requiere tiempo y la vida ajetreada, en la que además predominan las formas audiovisuales de comunicación, no es la más favorable a una escucha atenta; nuestra capacidad de atención es limitada, por lo que entran en juego incluso cualidades físicas, vencer los propios prejuicios no es el menor inconveniente, ya que u oyente cómodo solo escuchara aquello que puede reforzar su propia opinión, sus ideas y su sistema de valores.

Es menester pues, aplicarse en el estudio de algunas de las pautas de comportamiento que nos pueden facilitar el complejo arte de la escucha.

1. En cualquier conversación, la primera actitud positiva es la de no considerarse el único que habla y estar dispuestos a un intercambio de criterios y puntos de vista.

2. Dado que se escucha mejor aquello que se quiere oír, otra de las condiciones para una buena audición es la voluntad de escuchar. Una de las virtudes de un buen oyente es la curiosidad.

3. Establecer un clima agradable, haciendo que la persona que nos va a escuchar se encuentre a gusto, también produce buenos resultados. Ello implica utilizar maneras relajadas y naturales, y evitar la impresión de escasez de tiempo.

4. Respete los silencios de su interlocutor ya que, al igual que las pausas en la música, son una parte fundamental del caudal comunicativo.

5. La persona que habla debe estar mirando de forma constante a sus oyentes, repartiendo la vista entre ellos y buscando su reacción.

6. Cuanto más deje que las otras personas hablen y cuanto más estimule su contribución a la charla, mayor aceptación tendrá usted. Comparta terreno con el resto de los contertulios y no pretenda acapararlo en monopolio.

7. No rechace con brusquedad y precipitación los argumentos de quien habla con usted. Nadie está totalmente acertado ni equivocado.

8. El hábito de repetir las ideas principales que ha dicho el interlocutor es una técnica que permite evitar errores y malentendidos. Fija en la mente del que escucha la esencia del mensaje y subraya el contenido real y las implicaciones de sus palabras a la persona que las pronunció.

HABLAR EN PÚBLICO

Cada vez son más personas que en algún momento de su vida social o en su trabajo se ven obligadas a hablar en público, para lo que necesitan conocer las técnicas más elementales de este tipo de comunicación.

El “miedo al escenario”, principal enemigo de los aspirantes a oradores no es en absoluto vergonzoso, lo padecen incluso los más curtidos actores, algunos de los cuales afirman, por cierto, que ese temor es estimulante. A ello se une el miedo al ridículo que a los españoles nos inculcan desde la niñez como un pánico, según destacó Vallejo – Nájera. Sin embargo, cualquier disciplina puede ser asimilada si se pone la debida voluntad y el arte de hablar en público no es una excepción.

El primer paso para iniciar la preparación de un discurso consiste en conocer y definir perfectamente sus condicionantes básicos: el mensaje que se quiere transmitir, los oyentes, el lugar en que se pronunciará y el tipo de intervención.

Como reglas básicas hay que tener en cuenta que el contenido de un discurso debe estar delimitado con la máxima exactitud, tiene que resultar asequible y nítido y es conveniente conocer previamente el tipo y el nivel cultural del público que va a formar el auditorio, así como las características del local donde se producirá la intervención. Sobre este último aspecto, es preferible que la sala sea ligeramente insuficiente para acoger al publico que se espera – la sensación de lleno absoluto es sinónimo de éxito – y que esté bien ventilada e iluminada, además de poseer la acústica correcta.

Sobre el contenido, hay que recordar que cualquier discurso consta de tres partes fundamentales: la introducción que sirve para romper el hielo, suscitar el interés de los oyentes y definir el tema; el cuerpo central, con la exposición de datos, hechos y opiniones que se quieren transmitir y la conclusión, para resumir y reafirmar el núcleo del mensaje y el objetivo de la intervención.

Aunque personalizar el mensaje y “ser uno mismo” cuando se habla ante otras personas es una virtud, junto al respeto a la espontaneidad expresiva de uno mismo, es conveniente tener en cuenta algunas recomendaciones.

- Evite preámbulos excesivamente largo y ofrezca al público cuanto antes el mensaje que quiere transmitir.

- Iniciar el discurso con una anécdota divertida suele ser positivo, genera un ambiente de simpatía y las risas o sonrisas del público dan tranquilidad al orador.

- No dedique alabanzas demasiado efusivas al público, pues si este advierte la falta de sinceridad se predispondrá en su contra y dudará de la veracidad de todo su discurso.

- Motive el interés del público y trate de vincularlo con el tema haciendo atractiva su exposición.

- Huya de las frases hechas, los refranes y las muletillas. La falta de imaginación da la sensación de vulgaridad y aburre siempre. Tampoco abuse de las citas, úselas solo cuando esté seguro de que se ajustan correctamente al contexto.

- Prevenga el peligro de excederse en la repetición de palabras y expresiones, un diccionario de sinónimos le prestará un gran servicio.

- No se le ocurra anunciar insistentemente un final que no llega, solo conseguirá que el público comience a ansiar el autentico fin de su intervención.

- Recurra siempre a la sencillez, reduciendo las ideas a los términos más simples y a un lenguaje accesible a sus oyentes. La economía de palabras suele ser interpretada como franqueza.

- Ponga ejemplos, ya que utilizando comparaciones y contrastes el entendimiento es más rápido y se asimila con mayor facilidad.

- Resalte los mensajes claves, incluso repitiéndolos, aunque con ligeras variaciones, para evitar que se pierdan en el conjunto del discurso.

Es imprescindible valorar la importancia de la duración de una intervención en público, que deberá ser siempre lo más breve dentro de lo posible. En todos los casos es preferible que el público se quede con ganas de más, que no, por el contrario, fatigado y aburrido.

Si su intervención se enmarca en una mesa redonda o en un coloquio, respete el tiempo que le han asignado. Si se trata de un discurso a los postres de una comida, consuma muy pocos minutos y no entre en profundidades.

Puede servirle de ayuda, el preparar la intervención, calcular el tiempo que se tarda en leer lo que ha escrito.

LAS AYUDAS

Para hablar en público, el orador puede utilizar dos sistemas de apoyo escrito: un esquema de la intervención o el texto completo. Esta última modalidad es casi más conveniente si no se tiene experiencia previa, aunque, debidamente subrayado, ese texto se utilice como guía. Llevar el discurso escrito y leerlo en su integridad es necesario en circunstancias especiales, hay que tener en cuenta que la lectura de una intervención acarrea inconvenientes: disminuirá el vigor y la espontaneidad del discurso, se hurtará la mayor parte del efecto de la mirada sobre los oyentes, y se perderá en gran medida el tono de voz propio de la conversación, volviéndose más monótono.

Si le resulta necesario leer el discurso que va a pronunciar, puede seguir algunos de estos consejos.

- Escriba en folios por una sola cara, con un tipo de letra mayor del que requiera habitualmente para ver un texto con comodidad y numere las hojas de un modo visible.

- Evite cortar las palabras en el margen derecho del folio, procure no dividir párrafos entre una hoja y la siguiente, y deje un amplio margen blanco en la parte inferior de los folios para no tener que bajar ostensiblemente la vista.

- Vigile las palabras con pronunciación difícil o efectos cacofónicos y sustitúyalas por otras.

- Marque de algún modo los párrafos que, en caso de ajustes de tiempo, pueda suprimir sin que afecten al contenido esencial del discurso.

- Si el discurso es muy importante, prepárelo grabando antes su voz y escuchándola después para descubrir sus propios fallos en el ritmo y en la pronunciación.


Tras todas las presentaciones, el momento decisivo es cuando vaya a ponerlo en practica pronunciando su discurso y enfrentándose al público. Cicerón escribió que “lo que se dice debe ser valorado por la voz, por la fisonomía y por el gesto”. El gran maestro de la oratoria clásica nos pone sobre la pista de un dato muy importante: el público ve al orador al tiempo que lo oye. Por ello, cuando nos situamos ante un auditorio entran en juego dos tipos de factores: externos o físicos, como el lenguaje, el timbre de voz, la gesticulación, la indumentaria o el estilo en los movimientos; e internos o psíquicos como la voluntad, la capacidad de sugestión y el grado de timidez o de energía. El resultado del discurso dependerá de todos estos factores ya que, junto a la calidad de lo que digamos, no hay que menospreciar la importancia del cómo lo digamos.

RECURSOS PRÁCTICOS

1. Cuando se acerque una intervención importante cuide su voz. Antes de empezar el discurso, espere el tiempo necesario paraqué todos los murmullos de la sala hayan cesado. Durante el discurso, utilice un ritmo adecuado y evite que el volumen se debilite al final de las frases. Controle el tiempo con adecuadas pausas, que además son un instrumento muy eficaz para ganar efectividad

2. La indumentaria es el espejo de la personalidad. Decidas su vestuario en función del tema del discurso y según el tipo de público que le va a escuchar. Si la intervención es televisada cuide especialmente los colores de su vestimenta y vigile los brillos de los tejidos y las joyas.

3. La posición del orador es un signo de su relación con el entorno. No hay reglas estrictas sobre si es preferible hablar de pie o sentado, pero protegerse tras una mesa es una defensa para el orador y un obstáculo para el público, mientras que estar en pie implica una actitud de dinamismo y de cercanía al auditorio. En todo caso, no permanezca de pie tras una mesa. Si se sirve de un atril, asegúrese de que guarda la correcta relación de altura con usted y no se agarre a él.

4. Los gestos son el instrumento más útil de un orador después de las palabras, a las que enriquecen con nuevos matices. Junto a la expresión del rostro, las manos tienen un lenguaje gestual propio. No abuse de las gesticulaciones y evite movimientos nerviosos inconscientes, pues muestran inseguridad y distraen al auditorio.

5. Utilice gráficos u otros medios audiovisuales sólo si aportan realmente información y, en ese caso, repáselos antes de su intervención, incluido el aparato proyector para que la técnica le ayude pero no se convierta en una amenaza.

6. El contacto visual es una conexión fundamental con el público. Aumente ese contacto al máximo, acuda a los papeles sólo cuando le sea indispensable y aprenda a mover la vista de unas personas a otras. Un buen sistema consiste en desplazar la mirada ligeramente por encima de todas las cabezas.

sábado, 12 de septiembre de 2009

CÓMO SE HACEN LAS PRESENTACIONES

Una de las reglas de cortesía más clásicas, muy arraigada en los países anglosajones, es la que no permite hablar con aquellas personas que previamente no nos hayan sido presentadas. Pues bien, a pesar de que la mayoría de las convenciones sociales se ha relajado notablemente en los últimos tiempos, y ésta entre ellas, aun hoy es inusual que nos atrevamos a dirigirnos a alguien con quien no hayamos intercambiado el primer saludo.

Es comúnmente aceptado que la relación social entre dos personas suele comenzar por la presentación hecha a través de una tercera, conocida de ambas. Una anécdota que en realidad es una broma, cuenta la situación vivida por dos náufragos británicos que llegaron a nado a una isla desierta, y convivieron en ella durante varios meses sin dirigirse la palabra, ¡pues no habían sido presentados por nadie!

El valor de la presentación como medio de acceso a alguien queda también patente cuando un amigo nos pide encarecidamente que le presentemos a “fulanito”, a quien tiene gran interés en conocer, por saber que gozamos de una buena relación con él.

El primero de los deberes del anfitrión en cualquier almuerzo, cóctel o reunión social es el de presentar entre sí a todos los invitados que no se conozcan. No es infrecuente el tipo de persona tímida e introvertida que se siente sola y perdida en las fiestas al no conocer a los demás invitados y carecer de valor para presentarse por sí misma. Un buen anfitrión deberá evitar esto siempre.

Pero la obligación de hacer las presentaciones no se refiere sólo a los actos sociales sino que rige en cualquier encuentro fortuito, hasta en la misma calle, en un transporte publico, en la playa etc. Si nos detenemos a saludar a alguien yendo en compañía de un tercero que no conozca a aquél. Prácticamente en el mismo instante de saludar a la persona a quien hemos encontrado ya nos daremos cuenta si ella y nuestro acompañante son conocidos (si se saludan también de manera espontáneas) o si no lo son (si permanecen en silencio y un poco retirados); en este caso, y sin la menor dilación, antes de proseguir en la charla, procederemos a hacer presentación de acuerdo con las normas que después se dirán.

Incluso en una situación dudosa, si no sabemos con seguridad si se conocen, le preguntaremos abiertamente. “perdón, no sé si ya os conocéis”. No presentar a dos amigos nuestros que no se conozcan entre ellos, dejándoles al margen de la conversación y en situación desairada, es una muestra de descortesía hacia ambos. Estarán molestos y violentos y, lógicamente, el responsable es quien podía y tenía que haberlos presentado

ORDEN DE CORTESÍA

Veamos cuál es el orden de cortesía que se debe seguir en las presentaciones:

1. Los hombres son presentados a las mujeres, salvo que haya una muy notable diferencia de edad entre ambos.

2. Entre dos personas del mismo sexo, el más joven se presenta al de mayor edad.

3. En el caso de existir algún tipo de jerarquía social o profesional, el inferior es presentado al superior. Dentro de una empresa, es presentada la empleada (mujer) al jefe (hombre) debido a que la jerarquía profesional prima sobre el sexo. Por la misma razón, sería también presentado el empleado (hombre) a la jefa (mujer)

4. En reuniones y actos sociales, si no están muy definidas las edades y categorías, simplemente se presentan las personas que van llegando a los que ya están presentes.

Estas pautas no son más que una aplicación de la regla universal que concede la preferencia a la persona digna de mayor respeto, ya sea para realizar una presentación, para dejar paso ante una puerta, o para cualquier tipo de acción que obligue a ordenar a dos o más sujetos. Simplemente se presenta el que es “menos” (hombre, joven o empleado) al que es “más” (mujer, adulto o jefe).

Como es obvio, en la vida real se plantean muchas situaciones mixtas o intermedias, en las que será preciso recurrir a criterios de sentido común: por ejemplo, para presentar entre si a un anciano profesor y a una joven señorita prevalece la edad sobre el sexo, de modo que en este caso la mujer sería presentada al hombre.

FÓRMULAS PARA HACER LAS PRESENTACIONES

La fórmula ritual comúnmente utilizada es similar a “Señora Martínez, le presento al Señor García”.
Hay quienes aconsejan, que al presentar a dos personas, se digan únicamente sus nombres, sin más explicaciones acerca de su profesión o del motivo por el cual se encuentran en el lugar. Nosotros pensamos, en cambio, que una breve información (no más de una o dos frases), puede ayudar a que los recién presentados tengan una idea más clara de quien es cada uno y eviten así equívocos y confusiones molestas. Se facilita, además, el inicio de la conversación entre las personas presentadas. Quien ha hecho la presentación deberá, asimismo, iniciar la charla con algún tema cuyo interés común le conste.

Si se presenta a una sola persona ante un grupo numeroso, se mencionara solamente el nombre de aquella. Los otros deberán darle la mano al tiempo que le indican sus nombres si no lo va haciendo el presentador. En estos casos, hay que evitar la molesta escena del cruce de brazos y posibles “choques”. Y recuerde; primero las señoras, después los caballeros.

Cuando una de las personas presentadas posee un rango muy alto, y se considera que es generalmente conocida (un ministro, el alcalde del lugar, etc), no se dice su nombre sino sólo el del otro: “señor presidente, le presento a José García”.

Vocalizar bien

Es muy importante que quien hace las presentaciones cuide su pronunciación. Evitará hablar entre dientes y se esforzará en vocalizar alto y claro. Resulta embarazoso para los recién presentados que tengan que decirse algo así como “perdón´, no he oído bien su nombre”. Pero si se halla usted en situación, por no haber entendido el nombre de su acompañante, pregúnteselo con naturalidad; siempre será preferible a tener que proseguir la conversación sin poder dirigirse a su interlocutor por su nombre.

¿Qué se dice?

Las personas que acaban de ser presentadas se estrechan las manos (en las formas del saludo se exponen otras posibles modalidades) y pronuncian las clásicas palabras de cortesía: “encantado de conocerle”, “ es un placer”… casi siempre se repiten fórmulas más o menos tópicas, de las que sería deseable huir (por ejemplo: “mucho gusto” , “el gusto es mío” parece un intercambio de frases hueco y forzado), aunque buscar la originalidad a toda costa tampoco es bueno pues puede llevar a decir verdaderas tonterías. Si no se le ocurre algo realmente adecuado, sea prudente y limítese a una frase convencional.

En el mismo momento de la presentación, y antes de que la charla tome forma, no es correcto lanzar preguntas a una dama o un superior, ni siquiera aunque sea una frase hecha del tipo de “¿Cómo está usted?”, pues ello les obliga a contestar de alguna manera y se considera que son ellos, en principio, los legitimados para inquirirnos a nosotros. En cualquier caso, la persona a quien se ha sido presentado (la de mayor rango) es la que inicia la conversación

Los olvidos

Puede suceder que nos corresponda presentar a dos personas y no recordemos el nombre de una de ellas o de ambas. Para solventar este problema hay dos sistemas: reconocer el olvido, pidiendo disculpas, y preguntando el nombre al que habíamos olvidado, o buscar una evasiva indirecta para intentar que ellos se presenten (“ustedes ya se conocen ¿verdad?”) esta segunda no es desde luego, una salida muy airosa, por lo que será mejor recurrir a la primeramente citada.

Cartas de presentación

Aunque ya no se utilizan tanto como en otros tiempos, siguen existiendo cartas de presentación. Mediante ellas, que son escritos breves que se entregan al destinatario en sobre abierto, una persona presenta a otra “a distancia” para que quien lea la carta, amigo suyo, tenga una primera referencia y atienda amablemente al portador de la misiva.

PRESENTACIÓN DE MATRIMONIOS Y PAREJAS

Cuando se presenta a un matrimonio hay que referirse a ambos conyugues por su nombre. Del mismo modo, no es suficiente con presentar a una señora como la esposa de su marido (“le presento a la señora de Joaquín López”), sino que debe respetársele el nombre “de solteros”, que es en realidad, su autentica identidad. No es muy correcto importar a España a costumbre anglosajona de privar a las mujeres casadas de su apellido, e incluso de su nombre, al ser presentadas (“la señora de Smith”) no es equitativo que la identidad de la mujer quede absorbida por la del marido.

Existen además soluciones intermedias que permiten satisfacer a todas las sensibilidades. “doña María López, señora de Sánchez”. Así se ofrece al mismo tiempo, una información adicional de gran utilidad para que los recién presentados inicien su charla.

Para presentar entre si a dos matrimonios o parejas, se comienza por las señoras, presentando la más joven a la de mayor edad, y se sigue por los caballeros, con el mismo criterio cronológico.

LA POSTURA A ADOPTAR

La postura de las personas cuando son presentadas debe ser siempre de respeto, es decir, de pie. Acerca de esto, se pueden recordar algunos consejos de gran utilidad.

1. Los caballeros habrán de levantarse durante las presentaciones, con independencia de que les sea presentada una mujer u otro hombre. Obviamente, se excluyen de la obligación de realizar este esfuerzo los ancianos e impedidos.

2. Una mujer no precisa de levantarse cuando le es presentado un hombre, salvo que este sea de mucha edad o de una elevada categoría social, o bien que ella sea muy joven. Opciones más recientes consideran que ambos sexos deberían equipararse ante esta norma de cortesía, es decir, que las mujeres también deben ponerse en pie para saludar a un caballero que les sea presentado

3. Cuando dos damas son presentadas entre sí, la de mayor edad podrá permanecer sentada, mientras que la más joven deberá levantarse.

4. Si en una sala donde se encuentran varias personas entra una de muy alto rango, es un detalle de cortesía que los presentes se pongan de pie.

LA AUTOPRESENTACIÓN

Es algo que sucede con bastante frecuencia, sobre todo en los actos sociales multitudinarios. Si el anfitrión no tiene tiempo a presentar a todos sus invitados, alguno de ellos irán formando corrillos y comenzarán la charla. Hay personas con una gran soltura y habilidad para presentarse a si mismas (“permítame que me presente, soy…”), mientras que otros, más tímidos, lo pasan fatal en las fiestas.

Si usted decide auto-presentarse, extreme las precauciones para evitar una reacción negativa de la otra persona. Además de su nombre, debe ofrecer alguna información complementaria y utilizar una frase especialmente educada:”¿me permite que me presente?”, soy Luis García y he venido a dar clases en el departamento de historia”. Sea todo lo amable y suave que pueda, recuerde que tiene que ganarse la confianza de alguien que no le conoce de nada, y sin disponer del aval de un amigo común que le dé entrada.

Los manuales clásicos no consideran de buen tono que una mujer se presente a si misma a un hombre, y aconsejaban que, si ella tuviese interés especial en conocer a uno determinado, recurriera a un tercero para que hiciese la presentación ortodoxa. Hoy en día, parece justo reconocer que, en una fiesta o coctel concurridos, ellas tiene el mismo derecho que ellos a no quedarse solas (claro está que un caballero nunca dejará sola a una dama en una cita pública).

DESPEDIDAS

Como normal general, las despedidas han de ser breves, sencillas y amistosas “ha sido un placer conocerle”, “me ha alegrado mucho compartir este tiempo con usted… No deben prolongarse indefinidamente, reanudando la conversación después de Haber expresado la voluntad de abandonar el lugar. De hecho, la despedida solo puede “anunciarse” una vez, siendo de escaso gusto decir cada varios minutos “bueno, ya me marcho” e iniciar acto seguido otra charla sobre un nuevo tema.

Si la despedida tiene lugar en un acto al que se acudió por invitación (un cóctel, una cena, etc.) es preceptivo despedirse de los anfitriones, haciéndoles constar expresamente si afecto y gratitud.

Existen muchos gestos no verbales que manifiestan la voluntad de poner término a una reunión o encuentro: mirar con insistencia el reloj, esbozar el gesto de ponerse en pie, ordenar y recoger las pertenecías personales de una mesa, golpear el escritorio con los nudillos o la palma de la mano…pero nada de esto constituye una conducta cortés, pues nuestro interlocutor lo captará rápidamente y comprenderá que tenemos la intención de perderle de vista lo antes posible. Es más correcto culminar la conversación con alguna frase cortes: “En fin, creo que ya hemos analizado el tema desde todos los puntos de vista. Ha sido un placer”.

LOS NIÑOS

Aunque su actividad diaria se desenvuelve casi siempre en un entorno en el que están rodeados de su familia, compañeros y amigos, los niños también participan esporádicamente de momentos de vida social en un círculo más amplio. Y si la infancia es, como ninguna otra, la edad del aprendizaje, estas ocasiones son las mejores para que aprendan las reglas básicas de las relaciones humanas.

Hay que decir, en primer lugar, que la presencia de niños no debe ser nunca una imposición, ni para ellos ni para los demás. Su asistencia a actos oficiales o ceremonias publicas ha de quedar restringida a aquellos casos en que las circunstancias lo hagan estrictamente necesario. De cualquier forma, se evitará que un niño acuda as un lugar en el que haya de permanecer largo tiempo en silencio o donde no pueda moverse.

Al presentar a un niño, la fórmula más adecuada es simplemente decir su nombre, mencionando además el parentesco o relación que tiene con la persona que lo presenta o acompaña. Es conveniente enseñar a los niños a tratar de usted a las personas mayores

Cuando a un adulto le es presentado un niño, si este reacciona espontáneamente dando la mano o un beso, es más oportuno evitarle situaciones embarazosas saludándole sólo con una frase lo más sencilla posible “hola”, “¿Cómo estás?”.

Si el niño ya está dejando de serlo, y se inicia una conversación, el adulto la dirigirá manteniéndola dentro de los límites lógicos de la sencillez y la naturalidad. Los padres le habrán enseñado a contestar con corrección a lo que se le pregunte, y a no interrumpir a los mayores.

Cuando se celebra una reunión social en un domicilio, los niños no participarán en ella pero sí es oportuno que saluden brevemente a los invitados, bien al principio (por ejemplo, en el aperitivo) o al final (con el café). En el caso de una cena, es correcto que acudan a dar las buenas noches antes de que los comensales tomen asiento.

EL TUTEO

Una de las dudas más habituales y cotidianas para cualquier persona es la del tratamiento que se debe dispensar a otras a las que sea preciso dirigirse verbalmente, en especial en los primeros encuentros. ¿De “tú” o de “usted”? hay opiniones para todos los gustos: unos consideran que se debe generalizarse el tuteo, salvo en casos extremos, pues facilita la confianza y accesibilidad entre quienes se hablan, mientras que el “usted” coarta y enfría la conversación; otros, en cambio, creen que el “usted” ha de ser la regla general, por exigirlo así las buenas maneras, quedando el tuteo restringido a circunstancias muy concretas y particulares.

Es cierto que el “usted” implica distancia pero, sobre todo, es una demostración de respeto. Tutear a alguien que espera ser tratado de “usted2 es ofenderlo. Aunque la frontera que delimita el uso de una i otra fórmula es cada vez más difusa. Se propone utilizar el “usted” con las siguientes personas:

- Aquellas a quienes no conozca o le acaben de ser presentadas.

- Quienes tengan una edad claramente superior a la suya.

- Quienes le merezcan un especial respeto por su categoría social o profesional.

- Aquellas que estén obligadas a contestarle de “usted”: camareros, taxistas o empleados del servicio domestico. Es de muy escasa educación tutear a estas personas que, por razón de la tarea que desempeñan, no pueden hacer lo mismo con nosotros sino que tiene que hablarnos utilizando el “usted”.

La prudencia recomienda pecar de exceso de educación antes que atribuirnos confianzas que nadie nos ha concedido. En caso de duda, siempre se cumple recurriendo al “usted”. Mientras que para descender a un nivel más coloquial hay tiempo en cualquier conversación, la inversa resulta muy difícil sin pagar el precio de una enojosa reprobación. Considere el bochorno que sufriría si, ante su exhibición de confianza, su interlocutor le replica: “¿acaso le he autorizado yo a tutearme?”. Hay que generar un clima de confianza y cordialidad, pero hay que hacerlo de una manera consensuada y aceptada por ambos, si no es así, puede producirse el efecto contrario al pretendido.

De todos modos, también es cierto que en este tema los usos sociales han evolucionado con una gran rapidez y el tuteo hoy es algo habitual en situaciones en que antes resultaba impensable. En épocas no muy lejanas, los hijos trataban de “usted” a sus padres durante toda la vida, mientras que ahora incluso es frecuente que propongamos el tuteo si éste no nos es ofrecido por nuestro interlocutor: “¿Qué tal si nos tuteamos?”, “¿me permite que le trate de tú?”. Estas preguntas casi siempre son respondidas afirmativamente.

Ahora bien, debemos recordar que, en cualquier circunstancia, los preceptos de la etiqueta siguen concediendo a la mujer o a la persona de mayor edad o categoría el privilegio de proponer a los demás el paso al tuteo. Un inferior no osará sugerirlo a un superior con el que está hablando, mientras que la inversa es lógica y aceptable.

El tuteo inicial se admite como correcto en muy escasas ocasiones: con niños o jóvenes, cuando estando entre amigos nos presentan a otro, entre compañeros de trabajo 8aunque el recién llegado pedirá autorización para tutear a los veteranos)…

La cordialidad en el trato debe ser simétrica y concordante, prolongar una conversación en la que una persona trate a otra de “tú” y esta le siga respondiendo de “usted” es una escena forzada y que puede no terminar bien.

Se constata estadísticamente un hecho sintomático: una buena parte de los españoles prefiere, siempre que le sea posible, evitar el uso del “usted” en sus conversaciones con otras personas, ya que consideran que eso les sitúa en una posición de inmerecida inferioridad. Se tiende, pues, a confundir el respeto con la subordinación, error de juicio que debería ser superado.

OTROS TRATAMIENTOS CORTESES

Al hablar con sacerdotes y monjes, si se desea tener una especial deferencia, puede tratárseles de “padre", mientras que con las monjas se utilizará “hermana” o “madre”. A los médicos se acostumbra a llamarles “doctor”, mientras que a los militares, si el interlocutor es civil, no hay que dirigirse como si quien les habla fuera un subordinado (“mi general”, “mi capitán”)

martes, 1 de septiembre de 2009

LA IMPORTANCIA DEL SALUDO

Entre los usos sociales más extendidos en el mundo, ocupa un lugar muy destacado el saludo. Se puede decir que no existe ni ha existido nunca una civilización sobre el planeta que no practique alguna forma de saludo, el cual se considera preceptivo para iniciar el contacto verbal entre dos o más personas, tanto si se encuentran físicamente en el mismo lugar como si la conversación se realiza a distancia (por ejemplo, teléfono); incluso la comunicación escrita comienza siempre con algún tipo de salutación

DEL ABRAZO A LA REVERENCIA

El valor simbólico que concedemos todos al saludo es muy grande. Si una persona entra en un lugar donde hay varios conocidos sin mirarlos y sin observar una actitud social con la mirada, la palabra o el gesto, dicha conducta es una señal palpable de irritación y casi de enfrentamiento.

Ciertamente, pocas cosas se consideran de peor educación que omitir el saludo. Este mensaje ha sido aceptado de modo tan unánime que para muchas personas la forma más contundente de exteriorizar su enfado con otra consiste en retirarle el saludo. Por la misma razón, rechazar una mano extendida, es más que un desaire, un grave insulto.

Su difusión como requisito obligatorio para iniciar cualquier clase de contacto entre las personas ha motivado que ciertos tipos de saludo llegaran a convertirse en signos de identificación para algunos colectivos políticos. Por citar los opuestos, sería el caso de nazis y comunistas (unos optaron por el brazo derecho. Otros por el izquierdo, unos extienden la palma de la mano, los otros cierran el puño). En estos supuestos, el saludo trasciende su función primaria de iniciador de la conversación, y deviene en símbolo y estandarte de la unidad del propio grupo.

El saludo es una cortesía social que en comunidades más reducidas (por ejemplo, en pueblos y en ámbitos rurales) se practica entre todas las personas que se encuentran o coinciden en algún lugar, incluso aunque sea la primera vez que se ven y no se conozcan en absoluto. En cambio, en las grandes ciudades y, en general, en lugares y circunstancias muy concurridos, el acelerado ritmo de vida y la propia dinámica de las multitudes hace que se restrinja mucho más el saludo e incluso que se prescinda de él. Con no poca frecuencia sucede que vecinos de un mismo edificio no se conocen o incluso se ignoran en el portal.

Pero recuerde que es preceptivo el saludo siempre que entre en un establecimiento publico, cuando coincida con otras personas en un portal, pasillo o ascensor, si se cruza a un excursionista en un paseo de montaña, etc. en definitiva en aquellos casos en que se encuentre cara a cara con otra u otras personas en un lugar determinado.

Hasta principios del siglo XIX, todos los saludos eran solemnes y rigurosos. El que saludaba a un superior se inclinaba hasta quedar casi en ángulo recto. Más tarde se paso a hacer una reverencia con la cabeza, después una breve inclinación y, en una fase posterior, se consideró suficiente con el gesto de quitarse el sombrero.

EL APRETÓN DE MANOS

La variedad de formas que se puede revestir el gesto del saludo es, a su vez amplísima: los esquimales y ciertas tribus indígenas se frotan la nariz, los indios elevan la palma de su mano derecha, los japoneses hacen una reverencia, etc.

En la sociedad occidental, y por extensión en el resto de los países, el apretón de manos es el gesto utilizado con mayor frecuencia para saludar. Su origen constituye, según la tesis más difundida, una manifestación de paz: extender la mano desnuda era el modo más claro de demostrar que no se portaban armas ni instrumentos agresivos. Exhibir la palma de las manos siempre se asoció con la honestidad, la lealtad y el deseo de concordia. Muchos juramentos se efectúan elevando la palma de la mano o poniéndola sobre el corazón.

Estrecharse las manos es también una señal de reconciliación, de final de un enfrentamiento y de perdón.

Pese a su masiva generalización en nuestra cultura, hay que decir que el apretón de manos es rechazado en algunos países por ser considerado antihigiénico. Es el caso de Japón, donde las personas se saludan con una leve inclinación de cabeza, sin el menor contacto físico. Sin embargo, en otros lugares no tan lejanos, como Rusia, el roce es aun mucho mayor que en occidente, puesto que el saludo puede llegar a consistir en un beso en los labios.

En principio, solo se estrecha la mano a un adulto. No se hace con un niño, y de hecho, el momento en que un joven pasa a ser saludado así se puede considerar el inicio del reconocimiento social de su madurez.

Brevedad y firmeza

La mayoría de las personas prefiere que el apretón de manos sea un gesto fuerte. Dar la mano débilmente puede asociarse en los hombres con afeminamiento y fragilidad de carácter. En las mujeres está mejor visto el gesto suave, pero aún así, si el apretón es demasiado débil puede ser considerado como signo de poca sinceridad o de reticencia. Por supuesto, la suavidad en el gesto ha de ser mayor cuando un caballero saluda a una señora.

Puede concluirse, por tanto, que el gesto de estrechar la mano debe ser breve y firme, de modo que no se muestre flacidez ni tampoco se sacuda con excesiva energía el brazo del otro. Los apretones prolongados solo tiene sentido cuando hay fotógrafos delante. Los muy blandos producen una sensación poco agradable.

En cierta medida se puede conocer el carácter de las personas analizando como ofrecen su mano para saludar. Así, quien la extiende en posición horizontal o conservando la palma de la mano hacia abajo, obliga al otro a asumir una postura sumisa, con su palma hacia arriba, y sin posibilidad de decidir la duración o la fuerza del gesto. Transmitir ya en el momento del primer contacto una intención de dominio es un mensaje que no suele ser bien recibido por la persona a quien corresponde el papel pasivo, lo que nos inclina a desaconsejar este sistema. A la inversa, es señal de carácter débil ofrecer la mano con la palma hacia arriba.

Un gesto lleno de significado

De acuerdo con los numerosos estudios realizados sobre este particular, en los escasos instantes que dura un apretón de manos se transmite información de todo tipo

1. El aspecto de la mano, es decir, la longitud y forma de la palma, de los dedos y de las uñas, así como su limpieza, son un mensaje de comprensión inmediata. Es claro que las uñas mordidas son una señal de nerviosismo e inseguridad. La suciedad es algo peor que un indicio de poco amor propio, es simplemente una infracción a las normas más elementales de la higiene

2. La textura de la piel, que puede ser blanda y delicada o dura y rugosa, proporciona también sugerencias interesantes para conocer el tipo de actividad que desarrolla normalmente la otra persona. Hay un ejemplo histórico muy llamativo: durante la revolución rusa, las fuerzas enfrentadas montaron barricadas en las que se llevaba a cabo un control de brutal sencillez para determinar la clase social del viajero. La prueba consistía en un apretón de manos. La piel suave delataba a los que no efectuaban trabajos manuales, y eso era motivo suficiente para ser llevado delante del pelotón de fusilamiento si el miembro de la burguesía tenía la mala fortuna de ser cazado en una barricada bolchevique. De la misma manera, las manos duras y rugosas de un trabajador podían condenarlo a la horca si caía en manos de los partidarios del zar.

3. El grado de sequedad o humedad de la mano es otro factor relevante, pues el segundo supuesto se interpreta como un síntoma típico de ansiedad.

4. La presión ejercida en el saludo no debe ser demasiado fuerte ni demasiado débil. Por supuesto, no existe una presión determinada que pueda ser considerada la única recomendable, ya que ello dependerá en buena medida de la sensación que se quiera causar a la otra persona. En general, cuanto mayor sea la presión, más intenso es también el deseo implícito de dominio.

5. La duración del contacto es otro indicador cargado de significado. En principio, un apretón demasiado corto, que sea más breve de lo que quepa esperar en la situación de que se trate, se asocia a desinterés y a falta de motivación por el encuentro. A la inversa un saludo que se prolonga algunos segundos por encima de lo normal transmite la idea contraria, es decir, alegría y deseo de cooperar en el contacto que el saludo inicia.

Para hacer el saludo más afectuoso

Según el nivel de confianza o de impetuosidad que quiera imprimir al encuentro quien inicia el saludo, este gesto sencillo puede ser reforzado cogiendo con decisión el antebrazo de la otra persona, o incluso abrazándola. El brazo inactivo (el izquierdo en los diestros) se convierte así en una potente arma para graduar la cordialidad del momento. Basta con dejar reposar la mano izquierda sobre la muñeca derecha del interlocutor, sobre su antebrazo, su brazo, o incluso su hombro. Se logra de este modo un efecto de confianza que es directamente proporcional a la altura del brazo ajeno en que descanse su mano.

Los políticos en campaña, intentando convertir en votos sus efusivos saludos al electorado, popularizan el que se conoce como “saludo guante” que consiste en formar una especie de bocadillo con ambas manos, embutiendo entre ellas la del otro sujeto. En su sentido originario, por supuesto noble y sincero, el “saludo guante” es una demostración de confianza, pues quien lo practica quiere manifestar que es una persona digna de crédito y amistad.

EL ABRAZO

Como hemos dicho, existen otras formas de saludo distintas del apretón de manos. La que más se extiende en los últimos tiempos, rozando ya casi el abuso, es el abrazo enérgico y sonoro.

Sin distingos por razón de familia, amistad, relación profesional o confianza, miles d personas se abrazan diariamente entre si con absoluta normalidad. No es nuestra intención defender ahora posturas supuestamente retrogradas, pero con el único fin de racionalizar el sentido de algunas conductas, parece necesario hacer una defensa de la moderación en el recurso al abrazo.

La prudencia que planteamos se basa sobre todo en tres ideas:

1. Solo se abrazan los hombres para saludarse, rara vez un hombre saluda así a una mujer.

2. Solo se abrazan los hombres que son verdaderamente amigos o están unidos por una antigua relación

3. Sólo se deben abrazar los hombres que resisten el embate sin quebranto físico. En más de una ocasión hemos visto el gesto dolorido de personas frágiles en su constitución física o accidentalmente enfermas, sucumbiendo ante el empuje juvenil y desenfrenado de un abrazador profesional.

Es cierto que se observan con mayor frecuencia abrazos más largos en las despedidas que en los saludos. Parece como si el contacto mantenido durante una charla fuera suficiente para consolidar el vinculo personal cuya despedida justifique una intensidad amistosa que al principio del encuentro aún no existía

EL BESAMANOS

El besamanos hunde sus raíces en la historia como expresión del máximo respeto hacia la persona a quien así se saluda (los vasallos besaban la mano de su señor como testimonio de sumisión. Aún hoy los saludos más solemnes, como son los realizados a miembros de la realeza o a altos dignatarios eclesiásticos, revisten esta fórmula.

En la actualidad, el besamanos es una manera cortes de saludar un hombre a una mujer, que se practica sobre todo con damas de elevada posición o dignas de un especial respeto, o simplemente cuando un caballero quiere demostrar una cierta formalidad ante una señora cuando le es presentada. Los cánones estrictos vigentes hasta no hace muchos años, permitían esta modalidad de saludos sólo con mujeres casadas y en lugares bajo techo. Ambos requisitos han quedado hoy en día obsoletos, pues no siempre el caballero tendrá la oportunidad de saber si la dama a quien saluda es soltera, casada o viuda; por otra parte ya no se considera, como sucedía antaño, que las mujeres solteras sean merecedoras de una estimación social inferior a la de las casadas. El criterio de la techumbre también ha perdido su vigencia, pues, de hecho, muchas de las principales recepciones oficiales que incluyen besamanos suelen congregar a numerosos invitados y celebrarse en jardines o zonas muy abiertas. De todos modos hay que decir que no tiene sentido saludar a una dama con un beso en su mano si el encuentro se produce, por ejemplo, en una playa, en un apartamento, o en una excursión campestre. El origen de este saludo, como cortesía “de salón”, mantiene, pues, algunos reflejos de vitalidad.

Veamos la forma correcta de realizar este saludo:

1. El hombre adoptara una postura bastante formal, preferiblemente con los pies unidos y las piernas rectas. No es necesario envararse ni mostrar un aspecto rígido, basta con una expresión general digna y erguida, sin dejadez, desgana o desmadejamiento.

2. El hombre debe inclinarse sobre la mano derecha de la mujer, quien la levantará un poco para facilitar el gesto. La mujer dejará su mano “muerta” o sin fuerza, para facilitar el saludo.

3. Él la elevara hacia su boca con suavidad y decisión, sin apretar ni hacer fuerza, pero guiándola sin vacilación alguna. En principio ha de ser más la inclinación del hombre que la elevación de la mano femenina.

4. El beso no ha de ser sonoro ni, por supuesto, húmedo. Todo esto debe suceder en apenas unos segundos.

5. Si la mujer lleva guantes, no procede este tipo de saludo.

6. Tampoco se debe besar una mano con una mesa u otro mueble interpuesto.

7. No es de buen tono saludar de este modo sólo a algunas mujeres, en una reunión, y no hacerlo igual con las demás. Hay una excepción para casos de gran formalidad: en una recepción de elevada solemnidad, puede ser suficiente con besar la mano de la anfitriona y de las señoras de mayor edad.

Lo cierto es que en la actualidad, muchas mujeres prefieren formas de saludo más asépticas y llamas que el besamanos. Cuando observan “intención de un beso” en el caballero que acude a saludarlas, tiene una forma sencilla de evitarlo: adelantar la mano en posición vertical, provocando así el saludo masculino clásico.

El besamanos se practica en mayor parte de los países europeos (a excepción de los nórdicos), pero es muy poco común en Inglaterra. En estados Unidos tampoco es habitual, por lo que las damas que sean saludadas de esta forma se sentirán especialmente honradas.

Quienes no consideren suficiente estrechar con suavidad la mano de la dama, pero juzguen excesivo u obsoleto el besamanos completo, disponen de otro cumplido intermedio: simular el beso acercando la mano de la fémina a la vez que se inclina ligeramente la cabeza, en un gesto rápido. A muchos centímetros del contacto, se habrá salvado con garbo y soltura el trámite. Es un recurso muy indicado para saludar a chicas jóvenes en ambientes formales (por ejemplo, en una fiesta de sociedad).

La única forma de intentar conocer cuál es el tipo de saludo que prefiere la mujer es prestar atención a la forma en que nos tiende la mano. Evitaremos situaciones embarazosas utilizando el tipo de saludo que ella desee.

EL BESO EN LA MEJILLA

Una forma de saludo cordial e intima, utilizada con frecuencia al encontrarse con personas allegadas, es el intercambio de besos en la mejilla. Sobre esta modalidad conviene dictar algunas recomendaciones, guiadas, como siempre, por un principio de prudencia:

1. En primer lugar, si el saludo es entre hombre y mujer, será esta quien, en uno de las facultades generales de preferencia que le corresponden, decida si desea un saludo con beso en la mejilla, en el dorso de la mano o simplemente, con un suave apretón de manos. Quiere esto decir que un hombre nunca se adelantará en el saludo, a besar a una mujer si ella no hace previamente un gesto que lo facilite. La cautela siempre aconseja que no nos arroguemos confianzas que nadie nos ha dado.

2. En segundo, si se trata de un saludo entre hombres, nada impide que se rocen levemente las mejillas. El beso entendido como contacto de los labios con la cara, se practica en pocos casos fuera del ámbito familiar. En cambio, entre las mujeres está muy generalizado el beso como saludo.

3. En todos los casos de beso, ya sea en el dorso de la mano o en la mejilla, no olvide que este ha de ser seco y silencioso, casi imperceptible. El beso en la mejilla suele ser doble en España y en muchos países de Europa, pero no es norma general a todo el mundo: en Francia Rusia y algunos países orientales llega a ser triple, mientras que en estados Unidos e Hispano América es un solo beso. Es importante recordarlo sí, por ejemplo, nos encontramos en argentina o México, pues quedaremos con el rostro expuesto en una posición extraña así esperamos un beso de respuesta que no llega.

4. La prudencia ha de ser siempre la norma a seguir en caso de duda, lo cual es aún más claro en una circunstancia como el beso, que para muchas personas, significa un grade de confianza e intimidad que no se desea tener con todos los que les saludan. si no estamos seguros de que el beso en la mejilla será tomado como un saludo natural, es mayor abstenerse y conformarse con un clásico apretón de manos. Por la misma razón de prudencia, no es aconsejable besar a una persona que nos acaben de presentar. Y prestemos siempre mucha atención a las circunstancias de cada caso, una mujer cuidadosamente maquillada quizá no quiera que le saludemos con un beso en la mejilla.


Es frecuente también utilizar el apretón de manos para el saludo inicial entre hombre y mujer, y el beso en la mejilla como despedida, por suponer que la charla les ha permitido ya adquirir un cierto nivel de confianza. Convenciones sociales aparte, las estadísticas muestran que los hombres son más propensos al abrazo (y, en general, a formas “fuertes” de saludo), mientras que las mujeres, sobre todo entre ellas, prefieren un intercambio de besos en la mejilla.

LA POSICIÓN CORRECTA AL SALUDAR

El hombre debe ponerse siempre en pie cuando saluda a otra persona. Por lo que se refiere a las mujeres, tradicionalmente se les permitía que permaneciesen sentadas cuando un hombre las saludaba. Era una deferencia especial a la condición femenina, como la de permitirles que no se quitasen el sombrero o los guantes. Pues bien, mientras que estas dos ultimas circunstancias siguen siendo correctas, el que una señora permanezca sentada mientras un caballero la saluda no es visto ya como una conducta cortés. Al igual que los hombres, lo verdaderamente educado es que las señoras se levanten en el momento en que saluda a otra persona, sea hombre o mujer. Sólo cabe exceptuar de esta norma el caso de señoras de muy elevada edad, o que padezcan alguna dolencia que dificulte su movilidad, casos en los que, obviamente, también los caballeros pueden permanecer sentados.

Hay que referirse a un caso particular, que es el de los encuentros en un restaurante. En estas circunstancias no es necesario, ni siquiera adecuado, levantarse de la mesa para saludar a un conocido que entre. Bastará con un gesto con la mano o la cara, o un cumplido verbal si el llegado se aproxima o pasa cerca, pero no hay necesidad de ponerse en pie. La persona que llega habrá de ser particularmente breve, para no interrumpir a quien almuerza.

EL SALUDO A LAS AUTORIDADES ECLESIASTICAS

Cuando se saluda a un obispo o un cardenal, tanto los hombres como las mujeres debemos hacer el gesto de besar su anillo. Rigen los mismos consejos que se dieron al exponer el besamanos clásico, siendo también admisible el gesto incompleto 8sin llegar a besar el anillo). Es una norma de cortesía no obligatoria, pero que, so se practica, demuestra un alto grado de consideración y respeto hacia el clérigo a quien se saluda.

EL SALUDO A LA FAMILIA REAL

En las recepciones ofrecidas por la Familia Real hay que tener en cuenta algunas normas especiales a la hora de saludar a las reales personas:

1. Las mujeres deben hacer la reverencia, que es un gesto, aunque poco habitual, no especialmente llamativo ni aparatoso. Cuando la persona a quien vamos a saludar nos tiende la mano (atención; no antes), se retira la pierna derecha hacia atrás, agachando ligeramente el cuerpo y sin dejar de mirar a la cara de quien se saluda.

2. Los hombres no hacen la reverencia al Rey ni al Príncipe de Asturias, pero si deben inclinar ligeramente la cabeza, manteniendo el cuerpo en una posición vertical y formal (con los pies juntos es lo deseable). Al saludar a la Reina o a las Infantas practicarán el besamanos tradicional, sin reverencia.

CONSEJOS A TENER EN CUENTA

Además del gesto principal, sea apretón de manos, abrazo o el beso, el saludo ha de estar acompañado por otras acciones y conductas, de las cuales son las principales la mirada a los ojos de nuestro interlocutor, la sonrisa, y las expresiones verbales de cumplido que en cada caso se utilicen

La mirada

La mirada a los ojos de nuestro interlocutor es un componente imprescindible del saludo. La profunda expresividad de la mirada y su enorme gama de matices permiten comunicar con gran fidelidad nuestros sentimientos. Hay que mirar a los ojos del otro con expresión franca y amistosa, pero sin fijar la vista más que unos segundos. Como los ojos no deben ser ocultados, es incorrecto saludar con gafas de sol; quien las lleve debe quitarlas para saludar. Nunca se debe mirar a una tercera persona o a otro lugar mientras se está saludando a alguien.

La sonrisa

La sonrisa es una de las bases de la cortesía, de modo que deberá acompañar todos los saludos (excepto en aquellos casos en que demos la mano a una persona como expresión de duelo o pésame)

¿Quién empieza?

En cualquier encuentro, las normas clásicas de cortesía conceden la facultad de iniciar el saludo a la mujer, si es frente a un caballero, a la persona de mayor edad, o al superior jerárquico si media entre las personas alguna relación de dependencia profesional. En pura ortodoxia, no debería tender la mano a una persona de más edad que nosotros, sino que deberíamos esperar a que ella lo hiciera. La gentileza de que la mujer tienda primero su mano al caballero se sigue utilizando en determinados ambientes, pero hoy en día es más espontaneo el gesto de darse la mano de forma simultánea.

Si una persona se encuentra con un matrimonio o pareja, primero debe saludar a la señora y después al caballero.

Si se encuentran dos parejas, las señoras se saludaran primero y los caballeros aguardarán a hacerlo a continuación, así no chocaran los brazos.

En ultimo termino, entre compañeros y personas de igual categoría, el saludo lo inicia el más cortés.

Quien inicia el saludo decide además como debe ser éste, si frio o cordial, distante o cariñoso. Es fácil comprender la lógica de esta conducta cuando por ejemplo, un jefe o una alta autoridad nos saluda con un fuerte y afectuoso abrazo. Nada hay de extraño en ello si existe algún vinculo de amistad. Sin embargo, resulta impensable que seamos nosotros quienes iniciemos un contacto tan intimo como un superior jerárquico sin mediar un gesto previo de confianza por su parte.

¿Qué se dice?

Lo correcto es completar el apretón de manos yy la sonrisa con alguna expresión verbal de cumplido, del tipo de “encantado de saludarle” o “¿Cómo está usted?”. No es fácil ser original, ni se trata tampoco de serlo, pero en la medida de lo posible hay que huir de los tópicos demasiados manidos. Un camino puede ser el de buscar alguna referencia a la situación concreta en que se desarrolla el encuentro. “hace tiempo que deseaba conocerle”, “me alegro de verle con tan buen aspecto”, etc.

Deben utilizarse formas adaptadas a la persona a la que van dirigidas. Por ejemplo, un superior jerárquico podrá considerar que los halagos excesivos son mera adulación vana…

El sombrero y los guantes

Desde la Edad Media, la etiqueta impone a los hombres que porten un sombrero, la obligación de descubrirse antes de iniciar cualquier saludo, ya sea con otros hombres o con mujeres.

Asimismo, quienes porten guantes han de quitárselos para estrechar la mano de otra persona. Las mujeres están dispensadas de ambas servidumbres, es decir, no necesitan quitar sombrero ni guantes para saludar, pues el sombrero es una prenda importante en el vestuario femenino, como también pueden serlo los guantes, y ello las dispensa de tener que desprenderse de ellas por el simple hecho de saludar a otra persona.

Y para hacer las cosas realmente bien, el sombrero se quita con la mano opuesta al lado de la persona saludada, para no taparle la vista.

Otros consejos

Los fumadores apagaran su cigarrillo o lo dejarán sobre un cenicero cuando van a saludar a alguien. De ninguna forma está admitido pasar el cigarrillo a la otra mano ni, mucho menos, sujetarlo entre los labios mientras se saluda.

La mano libre (normalmente la izquierda), si no se utiliza como refuerzo del saludo, se dejará suelta con naturalidad, pero sin meterla en el bolsillo del pantalón.

En determinadas ocasiones, cuando se entra en un lugar o se llega a una reunión donde se encuentra un amplio grupo de personas, no es necesario saludarlas a todas una por una, con los correspondientes apretones de manos e intercambio de expresiones de cumplido, sino que está admitido limitarse a un saludo general, del tipo de “buenas tardes a todos”. Si en el grupo está una autoridad, o una persona cuyo rango es claramente superior al del resto (un alto cargo público, el presidente de la empresa, etc.), debe hacerse primeramente un saludo dirigido a él y a continuación otro genérico para los demás: “señor presidente, caballeros, buenas tardes!.

No insista en forzar un contacto físico (abrazo o beso) si no ve en la otra persona un gesto que le indique que tal confianza será bien recibida.