martes, 29 de diciembre de 2009

INVITACIONES Y VISITAS. LA PRÁCTICA DE LA VIDA SOCIAL

La visita es una forma típica de relación social en la que una o varias personas acuden al domicilio de otra u otras con la expresa finalidad deberse, mantener una conversación o pasar un tiempo en su compañía. El ceremonial de la visita corresponde a épocas en que la vida era menos ajetreada que en la actualidad.

Muchas mujeres, que por entonces no trabajaban fuera de su hogar, encontraban al finalizar sus ocupaciones domesticas tiempo para hacer o recibir visitas. Éstas llegaron a constituir un rito social constante. La propia distribución de las viviendas, sobre todo en el caso de las familias acomodadas, estaba pensada en función del flujo continuo de visitas. En cualquier hogar de alta o mediaba burguesía, la mejor habitación, la más amplia y la de mejor acceso se destinaba a la sala de recibir. Incluso la señora de la casa tenía establecidos y difundía entre sus amistades las horas y los días en los que “recibía”.

Como explica Oheim en du Guía de la vida social, en las primeras décadas del siglo XX, cuando un alto funcionario, médico o industrial cambiaba su ciudad de residencia debía iniciar una serie de “visitas de cumplido” a sus colegas y a los personajes influyentes del lugar. Si estos no se encontraban en sus hogares, el visitante dejaba su tarjeta como testimonio (he aquí el origen de la expresión “tarjetas de visita” que se ha mantenido hasta hoy); de acuerdo con la tradición, entregar la tarjeta a la servidumbre al pasar por una casa cuyos titulares se hallasen ausentes suponía dar por realizada la visita y haber cumplido con el compromiso social. A su vez, los visitados debían devolver el gesto antes de dos semanas. Una vez atendidos todos los requisitos, la gente ya daba por supuesto que se conocía como para tratarse con normalidad.

Hoy en día se hacen ya muy pocas visitas de cumplido. En su mayor parte fueron sustituidas por formulas más relajadas y voluntarias como citarse para tomar un café o una copa, cenar o asistir al cine o al teatro. Nuestra forma de vida, e incluso nuestro propio concepto de la amistad, han cambiado mucho con el paso de los años y tiene ya poco que ver con lo que se consideraba correcto en el siglo pasado. La mejor habitación de la casa la destinamos a “estar”, a vivir en ella con mayores comodidades. Lo que en otro tiempo era obligado ritual de urbanidad, hacer o recibir visitas, sólo lo practicamos hoy con los verdaderos amigos.

REGLAS BÁSICAS A CUMPLIR EN LAS VISTIAS

A pesar de las profundas transformaciones que han experimentado los hábitos sociales, existen aun normas de comportamiento que no han perdido vigencia y deben seguir siendo respetadas en las visitas que hagamos o recibamos de amigos y conocidos:

- En primer lugar, no olvide que cualquier visita supone un cierto grado de intromisión en la vida familiar y cotidiana de los visitados. Por ello, se hace imprescindible, incluso con amigos y allegados, avisar previamente y preguntar si es un buen momento para presentarnos en su casa.

- Por la misma razón seamos prudentes en los horarios. Antes del medio día y por la noche no es lógico visitar a nadie y más inadecuado resulta llegar a una casa ajena a la hora del almuerzo o de la cena, a no ser que se nos haya invitado expresamente a ello. Esta precaución, guiada por la sana intención de no molestar, debe extremarse más cuando conocemos los gustos y la forma de vida del visitado. Por ejemplo si sabemos que a una hora concreta sigue un programa de televisión determinado o tiene por costumbre salir a pasear, no le hará mucha gracia que lleguemos a su casa justo en ese momento.

- No es correcto ir de visita en compañía de niños revoltosos, especialmente a casas donde no haya otros niños pequeños con quienes puedan jugar. Si resulta inevitable, además de insistirles en que estén tranquilos, debemos ocuparnos de su cuidado y vigilancia. Los animales domésticos, por pacíficos que sean, no se llevan nunca a una visita.

- El visitante no deberá prolongar su estancia hasta que se convierta en una presencia molesta. El sentido de la medida y la capacidad de observación habrán de guiarle al decidir sobre el momento de iniciar la retirada.

También para el anfitrión existen algunas normas de obligado cumplimiento:

- La primera es un consejo sobre un detalle frecuentemente olvidado. Es un feo detalle mantener la televisión encendida mientras tengamos una visita en nuestro domicilio o no interrumpir cualquier otra tarea que estuviéramos haciendo a su llegada. Los invitados han de concentrar toda nuestra atención.

- Es preciso estar prevenidos ante la posibilidad de que se presenten visitas inesperadas en nuestro domicilio. Para evitar apresuramientos e improvisaciones de última hora, conviene tener siempre en la despensa algunas botellas de licor, café, galletas, etc.

- Si la visita está destinada a uno solo de los miembros de la familia, las otras personas que viven en la casa se presentaran un instante en la sala para hacer un breve saludo de cortesía.

- El anfitrión, aun cuando llegue a estar muy cansado de la compañía de las personas que lo visitan, no deberá exteriorizar este sentimiento de una manera brusca o desagradable. Una fugaz mirada al reloj o un hábil cambio de postura en el asiento constituyen señales de significado inequívoco para el visitante.

LA PUNTUALIDAD

La primera norma de educación para el invitado es la puntualidad: llegar a la hora convenida o anunciada. No se debe llegar demasiado pronto, lo que podría sorprender a los anfitriones u organizadores aún en medio de los últimos preparativos, ni, por supuesto, acudir tarde. La demora tiene que ser convincentemente justificada si supera los diez minutos cuando el que espera es una sola persona o el encuentro tiene un horario establecido para un grupo amplio (por ejemplo, una ceremonia).

Hacer esperar a los demás es una falta de educación más grave de lo que, apoyándose indebidamente en una supuesta fama de las costumbres españolas, se puede pensar.

La impuntualidad significa poco menos que despreciar a quienes nos esperan. La disculpa por el retraso se manifestará nada más llegar y justo a continuación del primer saludo.

Para quien recibe solo es obligado esperar esos minutos, diez o a lo sumo quince, llamados “de cortesía”, a partir de los cueles el resto de los invitados pueden considerarse liberados de la espera y, restando importancia a la ausencia de quien no ha llegado, comenzar la reunión.

LAS VISITAS A ENFERMOS

Un caso muy particular, y por desgracia bastante común, es el de visitar a una persona enferma. Antes de nada hay que preguntar a sus familiares si el convaleciente quiere o puede recibir visitas. Algunas personas prefieren no recibir a nadie en ese estado y a otras se lo prohíben los médicos. En caso de recibir una respuesta positiva, debe preguntarse también cual es la hora más conveniente para la visita ya que un enfermo puede tener un horario especial de descanso o de tratamiento de su dolencia.

La recomendación general de brevedad en las visitas es, en estas situaciones, particularmente importante. No agote al paciente, media hora es una duración correcta para una visita aunque, si el enfermo esta grave o convaleciente de una operación reciente, con diez minutos será bastante. Controle la conversación para intentar aliviar las preocupaciones del paciente. No insista en sus males ni le fuerce a hablar de su dolencia. Procure transmitir un ambiente de optimismo y bajo ningún concepto compare la situación con otras enfermedades propias o ajenas que conozca. Y por supuesto, utilice un tono de voz moderado; los gritos o las risotadas están en estos casos más fuera de lugar que nunca.

Si, como ocurre en la mayoría de las veces, el enfermo al que se visita está ingresado en un centro sanitario, recuerde que los hospitales sólo permiten un número limitado de visitantes al mismo tiempo en las habitaciones, ofrézcase a salir de la habitación si llega a la clínica alguien muy allegado al enfermo y ceda siempre la preferencia a los familiares más próximos. Si, cuando usted llega hay sólo un familiar con el enfermo, pregúntele si quiere salir a descansar aprovechando que usted puede quedarse y prestar compañía.

Aunque no es necesario llevar un regalo, ya que la visita en si suele ser recibida como tal, es habitual recurrir a libros porque se supone que el enfermo tiene mucho tiempo para leer. Antes de llevarle bombones o dulces, asegúrese de que está permitido y de que el enfermo no tiene una dieta especial que le impida comerlos.

Existe también la costumbre de enviar o llevar flores y plantas a los enfermos y a otras personas hospitalizadas, como las mujeres que acaban de dar a luz. Procure ser prudente con el tamaño de estos envíos porque puede resultar un estorbo en la habitación. En todo caso, hoy en día empieza a haber algunos hospitales que recomiendan desterrar esta práctica social, ya que flores y plantas dañan en ocasiones la asepsia que se pretende mantener, sobre todo en torno a determinados enfermos. Sea especialmente cuidadoso a la hora de enviar flores si presume que el enfermo ya habrá recibido otras o si comparte la habitación hospitalaria con más pacientes.

LAS INVITACIONES

Aunque la vida social de cumplido haya dejado de practicarse con la frecuencia de antaño, es igual de cierto que cada vez son más las personas que, en alguna ocasión, invitan a su domicilio a amigos y conocidos, con el fin de evadirse de la rutina laboral diaria y compartir unas horas de conversación. Las posibilidades para organizar una invitación de este tipo siguen siendo muchas: para comer, cenar, para tomar café o una copa, para una fiesta…

Es de vital importancia la selección de los invitados, debiendo evitarse la coincidencia de personas cuya enemistad nos conste, así como la de quienes estén separados por grandes diferencias: si opta por una mezcla indiscriminada, puede que todos se sienten incómodos.

La invitación puede hacerse telefónicamente si se dirige a un grupo de personas conocidas, o mediante carta manuscrita o tarjetas impresas cuando se trate de convocatorias más amplias o dirigidas a personas con las que tengamos menos trato. Si se envían tarjetas, las que vayan destinadas a los invitados de mayor categoría y a aquellos a los que nos una un vínculo más estrecho, se acompañaran de una carta personal.

Las tarjetas de invitación pueden incluir en la parte inferior las iniciales RSVP (”Répondez, s´il vous plait) o alguno de sus equivalentes en castellano: SRCA o “Se ruega confirmen asistencia”, SRR o “Se ruega respuesta”, SRC “Se ruega contestación”. Si al lado de estas siglas figura un número de teléfono, conteste por ese medio.

Junto a las siglas anteriormente citadas pueden aparecer también, manuscritas, otras dos letras: PM; significan “Pour Memoire”, es decir, “Como recordatorio”. Esta mención se incluye en algunas invitaciones impresas cuyo objeto ya ha sido acordado anteriormente, en sentido afirmativo, por teléfono o de forma personal.

Las invitaciones serán enviadas siempre con suficiente antelación y deberán ser contestadas con rapidez para permitir al anfitrión que organice el acto sin prisas. Todas las contestaciones, incluso las que disculpen la inasistencia, incluirán unas palabras de agradecimiento. Y por supuesto, hay que responder con claridad si se va a acudir o no.

MERIENDAS Y TÉS

La merienda es algo así como una comida en miniatura, dice Manuel Martínez Llopis, quien explica que este refrigerio, que se sirve a media tarde, era antes llamado agasajo y que hasta las primeras décadas de este siglo era muy habitual y se celebraba tradicionalmente en España en torno al chocolate, bebida que fue después sustituida por el café y a veces por el té.

Aunque ya quedan muy pocos hogares donde se sirva formalmente cada tarde, ofrecer una merienda sí es modo habitual de invitación, que se realiza entre las seis o seis y media de la tarde y hasta después de las siete, aunque los participantes pueden prolongar el encuentro hasta poco antes de la cena. Se trata de un tipo de refrigerio con cierto carácter amistoso que sigue teniendo más adictos entre las mujeres; por ello, las invitaciones suelen ser personales y muy raramente se hacen por medio de tarjetas impresas.

Chocolate

Puede hacerse “a la española”, si se prepara disuelto en agua, o “a la francesa”, si lleva leche. La manera más tradicional de servirlo en una merienda es acompañándolo de churros, picatostes, bizcochos, bollos de leche… y con azucarillos para deshacerlos en agua. Aunque no se sirvan azucarillos, junto al chocolate debe ofrecerse un vaso de agua fresca.

Café

El chocolate ha sido sustituido en casi todas las meriendas por el café, del que existen numerosas variedades, sabores y aromas, así como formas diferentes de prepararlo y tomarlo. Entre ellas, y además de los tradicionales “solo”, “con leche” y “cortado”, están el café “exprés”, muy fuerte ya que lleva la mitad de agua; el “cappuccino”; un exprés al que se le añade leche batida y una cucharada de crema para servirlo espolvoreado de cacao amargo en polvo; el “vienes”, fuerte y cubierto de chantilly; el “turco”, preparado hirviendo agua, azúcar y café a la vez y esperando para tomarlo, después de servido, hasta que se depositen los posos en el fondo de la taza; o el “irlandés”, que lleva una buena dosis de whisky, cuyo alcohol hay que quemar antes de mezclarlo con el café y que se sirve con una cucharada de crema encima, que no se revuelve.

Lo más habitual en una merienda es servirlo solo, y para quienes lo deseen “americano” se proporcionará una jarra aparte con agua caliente para que lo rebajen a su gusto, o con leche. Sobre el azúcar, cabe decir que los puristas aseguran que un buen café debe tomarse siempre sin ella, aunque hay personas que lo prefieren con varias cucharadas colmadas. Como acompañamiento suelen ofrecerse tostadas con mantequilla y mermelada, bizcochos, tartas y pasteles, pero también pueden servirse, antes del café algunos alimentos salados, tipo canapé que se acompañaran entonces con zumos y bebidas ligeras, preferentemente no alcohólicas.


“Tomar el té” a media tarde es una clásica costumbre británica (“five o´clock tea”) que se ha extendido a otros países, aunque con menos aceptación que en las islas donde es un refrigerio cotidiano. Para prepararlo de manera ortodoxa, la tetera debe hervirse con un poco de agua a fin de darle calor, se vacía esta y se echan en el fondo tantas cucharadas de hojas de té como tazas se vayan a servir, más una que es para la tetera. Se vierte encima agua hirviendo y se deja reposar la infusión entre tres y cinco minutos; para servirlo se retiran antes las hojas de té con un colador si la tetera no lo incluye. El té que unos toman sin azúcar y otros con ella, se ofrece sólo, con limón o con leche (que se sirve en primer lugar con la taza aun vacía).

Un té de merienda se sirve acompañado de tostadas de pan con mantequilla y diferentes clases de mermeladas, con bizcochos, pastas y otros dulces, aunque entre los más típicos están los muffins, parecidos a los mojicones, y los crumpets, tipo ensaimada. También se acompaña de toda clase de emparedados, con los que se sirven zumos. En Gran Bretaña el té se sigue tomando en torno a las cinco de la tarde, pero ésta no parece una hora adecuada para los horarios de comida españoles por lo que aquí se retrasa y se toma a media tarde.

Sepa que si lo invitan o le hablan de un “high tea”, se trata en realidad de un refrigerio algo distinto, típico de las zonas inglesas septentrionales, que se sirve más tarde, sobre las seis de la tarde, y que suele ser mucho más sustancioso en alimentación por lo que, a continuación, es probable que se suprima la cena. Se sirve con huevos revueltos, ensaladas, arenques ahumados, salchichas…; es imprescindible que en este tipo de refrigerio se ofrezcan, además del té, otras bebidas ligeras, como zumos.

El servicio de la merienda

Puede hacerse sobre la mesa del comedor, o, lo que es más habitual, en torno a una mesa baja de salón complementada con otras mesas auxiliares. Todas las mesas se cubrirán con manteles, más cortos que los utilizados en las comidas y cenas y con servilletas mucho más pequeñas. Se trata de mantelerías en las que los tejidos (hilo, lino, panamá... y hasta horganza), los dibujos (bordados y otros puntos de costura antiguos), y colores (en blanco pero también en crema, amarillo, rosado, azul o verde; siempre pálidos) admiten mayor libertad. En cualquier caso, si no quiere dar la imagen de una invitación campestre, no utilice ajuares de materiales sintéticos, colores chillones ni dibujos muy llamativos. De servirse la merienda en una mesa de comedor, son habituales los mantelitos individuales.

Las piezas de vajilla que se empelan en una merienda forman juegos especiales que pueden incluir tazas, platos y jarras, o sólo tazas y platos, de porcelana, quedando las jarras en un juego aparte, en plata u otro metal. Además de los platos que corresponden a las tazas, la merienda dispone de otros de tamaño medio, similares a los de postre, para servir los alimentos que acompañan al refrigerio.

Las tazas son de un tamaño intermedio, mayores que las del café posterior a la comida, y menores que las de desayuno. Aunque chocolate, café y te pueden servirse en el mismo tipo de taza, las especificas varían de tamaño, siendo las de chocolate las más grandes, y las de te las más bajas y anchas que las de café.- estos juegos se fabrican en distintos materiales pero, al ser su finalidad contener bebidas calientes, son preferibles los de porcelana fina para que conserven por más tiempo la temperatura adecuada. La cucharilla de estas tazas es la de postre, mayor, por tanto, que las llamadas de “moka”. Para los alimentos del refrigerio, y junto con los platos, se disponen tenedores y cuchillos, también de tamaño de postre.

Entre las jarras y recipientes de servir, se distinguen la chocolatera, la cafetera, la tetera y las jarras de leche y agua, además del azucarero.

Los alimentos se sirven en fuentes planas, redondas para las tartas, rectangulares para los bizcochos y ovaladas para otros dulces y pastas. El bizcocho se corta con un cuchillo y las tartas con pala, existiendo móldelos de este utensilio en porcelana, que hacen juego con la fuente y a veces también con los platos. En el servicio de una merienda, especialmente cuando se utilizan mesas bajas y auxiliares, tiene un especial protagonismo las bandejas, siendo preferibles las de forma ovalada y rectangular y siempre de un tamaño considerable. En una de estas bandejas se coloca el servicio principal que suele ofrecer el anfitrión o anfitriona a sus invitados, uno a uno.

Para el servicio, la bandeja debe presentarse guardando un cierto orden. Por ejemplo, con la bandeja situada ante quien sirve y siguiendo el movimiento contrario a las agujas del reloj, se coloca frente a la mano derecha la tetera o cafetera y, a continuación, la jarra de leche, el azucarero, el platillo con las rodajas de limón... siguiendo el orden que se va a utilizar. Todos los recipientes con asas aparecerán con ellas hacia la derecha, respecto a quien sirve (salvo que este sea zurdo).

Si el refrigerio es ligero, en la misma bandeja se colocaran, a la izquierda y al final del “recorrido” del servicio, los platos para el dulce, uno sobre otro y encima o al lado los cubiertos, con los mangos hacia afuera; a continuación, en un pequeño montoncito, las servilletas, dejando el centro de la bandeja para el plato de la tarta, el bizcocho o los dulces.

Los desayunos

Chocolate, té y café constituyen también el centro de otro tipo de refrigerios, los desayunos, que en su modalidad “de trabajo” empiezan a ser relativamente habituales. Si le invitan a un “Bruch”, sepa que se trata de un refrigerio difundido por los americanos que, como su propio nombre indica (la palabra procede de la unión de Breakfast y lunch) se sirve a media mañana y es algo más que un desayuno y menos que una comida, en el que se toman tortitas o pancakes con jarabes y salsas dulces, panecillos con mermelada y mantequilla, así como pan de distintos tipos y tostadas con huevos revueltos y jamón o salmón ahumado y queso fresco.

Meriendas infantiles

Sólo se ofrecerán en el propio domicilio si se dispone de espacio suficiente para ello, considerando que es casi imprescindible disponer de un espacio para juegos y de otro distinto para la merienda en sí misma.

Ésta es una buena ocasión para que los más pequeños aprendan algunas normas de educación en el trato social, empezando por las invitaciones que pueden confeccionar ellos mismos, con ayuda de los padres, o al menos contribuir a su ilustración. Conviene, sin embargo, que el reparto de las invitaciones lo lleven a cabo los progenitores, directamente o a través, por ejemplo de los profesores del colegio si los invitados son compañeros de estudios, confirmando siempre por teléfono, con los respectivos padres, el número y nombre de los que asistirán.

Ante una celebración infantil en el domicilio, es conveniente retirar o proteger muebles y enseres valiosos y frágiles, para evitarse disgustos y situaciones embarazosas con el niño que cause un estropicio. Un aspecto importante de estas fiestas es la decoración de la sala que se utilice para la merienda y de la propia mesa en sí, decoración en la que suele buscarse un aire marcadamente festivo y con colores vivos a través de adornos de papel, globos, etc. Mantelería, vajilla y cristalería pueden sustituirse, sobre todo si se trata de niños pequeños, por enseres de papel o plastificados de los que existen en el mercado muchos diseños para escoger.

Para la estancia de los niños en la casa es preferible tener preparados algunos juegos que fomenten la participación de todos. En el refrigerio no se servirán bebidas alcohólicas ni estimulantes o refrescos de cola que lleven cafeína. Los alimentos se escogerán en función de los gustos infantiles, cuidando que no produzcan empachos (es conocida la predilección de los niños, y de muchos mayores por el dulce. Aunque la tarta es indispensable en un cumpleaños, (con sus correspondientes velas), puede ser de menor tamaño al que sería adecuado por el número de invitados, acompañando unas bandejas con distintos pasteles, para que todos los niños disfruten con un dulce que les guste.

Los dueños de la casa recibirán junto al pequeño anfitrión a todos los invitados y a sus padres, a los que comunicará la hora aproximada del final de la fiesta. Organizando el regreso a casa de todos ellos. Si son los propios padres quienes acuden a recogerlos, habrá que tener previsto un ligero refrigerio para los “mayores” a esa hora. Los niños que acudieron a la celebración pueden recibir, en la despedida un pequeño obsequio que suele consistir en una bolsa de golosinas, que ha de ser igual para todos.