sábado, 3 de abril de 2010

NACIMIENTOS Y BAUTIZOS, FALLECIMIENTOS Y FUNERALES

El primer y más importante ámbito de convivencia para cualquier persona es su propia familia. Incluso los momentos que constituyen el comienzo y fin de la vida, es decir, el nacimiento y la muerte, tiene origen y lugar casi siempre en el seno familiar. Por ello, las ceremonias que se celebran en torno a los principales hechos de nuestra vida son actos de gran transcendencia social que, además, suelen tener en muchos casos un acusado sentido religioso.

NACIMIENTOS

La gran mayoría de los nacimientos tiene lugar hoy en día en clínicas y hospitales, donde existe una completa organización sanitaria dispuesta para atender cualquier tipo de imprevistos. Junto con el padre de la criatura, algunas veces otros miembros de la familia más directa aguardan la feliz noticia en el mismo centro sanitario. En cualquier caso, es el padre quien debe telefonear a los parientes más próximos y a los amigos íntimos para informarles del nacimiento una vez que este se ha producido. Excepto familiares y personas muy allegadas nadie más debería personarse en la clínica. Aunque el parto haya sido fácil y sin complicaciones, lo prudente es esperar dos o tres días, y ello teniendo en cuenta que las visitas al hospital sólo son aconsejables si la madre va a permanecer más de una semana ingresada.

Los amigos y familiares no inmediatos esperarán a que madre e hijo estén en casa, y antes de efectuar la visita, habrán de preguntar por la hora más conveniente. Recibida la noticia del alumbramiento, lo correcto es interesarse telefónicamente por el estado de la madre y del niño; si la llamada se hace a la propia clínica, no se debe insistir en hablar con la madre ya que es probable que le resulte molesto atender todas las llamadas que reciba o quizá ese momento no sea el oportuno para hacerlo también se puede enviar un telegrama de felicitación y un ramo de flores, pero si la estancia en la clínica va a ser corta, o si se sabe que la habitación es compartida, habrá que tener especial cuidado en que el arreglo floral no sea de un tamaño excesivo ni las flores muy aromáticas. De todas formas, siempre será mejor enviar las flores al domicilio, de manera que cuando la nueva madre llegue a casa, se las encuentre en su hogar.

Como es inevitable que se produzcan algunas visitas, la mujer que vaya a dar a luz, además de tener preparada la canastilla del niño, con sus primeras prendas de ropa y sus útiles de aseo, llevará a la clínica cuanto necesite para, dentro de las circunstancias, mostrar ella misma un buen aspecto. Ahora bien, no procede que reciba a las visitas maquillada, perfumada (salvo con una colonia fresca) ni con más joyas que las que use diariamente. Para estos casos lo adecuado son una bata y unas zapatillas, elegidos con mimo y sin que muestren una imagen de excesiva intimidad.

Con las visitas que acudan al hospital, la madre no se extenderá en explicaciones detalladas sobre el parto ni sobre su experiencia. Por su parte, los visitantes no prolongarán su estancia en la habitación, salvo que así se lo pidan expresamente, pues lo que necesita la parturienta es descanso. Si el personal sanitario entra para prestar alguna atención a la madre y, sobre todo, si coincide con el momento de dar la toma al niño, la visita expresará su intención de salir y sólo permanecerá en la habitación si así se lo indican muy claramente. Solo las personas de extrema confianza, y más aun si se trata de un hombre, se quedarán en la habitación si la madre va a dar el pecho al recién nacido.

LOS REGALOS

Los regalos más clásicos para un recién nacido son las prendas de ropa y los objetos de uso personal, que pueden ser incluso de plata, así como algunas joyas tradicionales como medallas religiosas.

Si tiene suficiente confianza para ello, puede ser más oportuno preguntar a la madre que prefiere o consultarle si le parece bien el regalo en que usted ha pensado; es, por ejemplo, el caso de los pendientes para una recién nacida, ya que no todos los padres consideran conveniente ponérselos.

Si su regalo es una pieza del vestuario del bebe, también es conveniente informarse antes, sin olvidar que quizá el niño ya tenga ropa abundante para su primera etapa de vida y posiblemente le resulte más útil regalarle algo para una época posterior.

Los hermanos o familiares de los padres, los amigos de la pareja o los compañeros de trabajo, pueden optar por un regalo colectivo que suponga, en conjunto, un desembolso mayor destinado a comprar alguno de los útiles de mayor precio que vaya a usar el niño, desde una silla de paseo hasta la propia cuna. Estos obsequios han de ser consultados con los padres e incluso elegidos con ellos o según su criterio.

EL BAUTIZO

El bautizo es uno de los sacramentos más tradicionales, y que sigue gozando de gran arraigo en nuestro país. Además de hacer al bebe miembro de la iglesia a la que pertenece su familia, se le impone en el mismo acto el nombre con el que ya habrá sido inscrito en el registro civil

En el bautizo, el niño es apadrinado por dos personas, un hombre y una mujer, que adquieren con ello una responsabilidad sobre su tutela, en caso de que no pudieran ejercerla los padres. Los candidatos tradicionales eran los abuelos del niño, pero dado que por ley de vida es probable que las personas de más edad fallezcan antes de que el niño sea mayor, ahora es también habitual designar como padrinos a personas más jóvenes, bien sean familiares o amigos íntimos de los padres.

De cualquier forma la elección de los padrinos debe hacerse con tiempo suficiente, antes del nacimiento del niño. Aunque se trata de un honor, hay que ofrecerlo con precaución ya que al implicar también una responsabilidad, no todo el mundo está dispuesto a asumirla. Si le invitan a ser padrino y por alguna causa prefiere no aceptar, decline la invitación con la mayor delicadeza.

La elección del nombre

Al decidirlo, debemos recordar que será el nombre de otra persona, no el nuestro, y que lo llevará durante toda su vida. El nombre lo eligen los padres y nadie, ni siquiera los padrinos insistirán en intervenir en la elección.

Además del clásico recurso a repetir nombres de familiares próximos, lo deseable es buscar un nombre digno y evitar cacofonías con los apellidos, huyendo tanto de las modas como de las tradiciones más estrictas.

El niño debe ser inscrito en el registro civil en los ocho días siguientes al nacimiento, expresando su nombre y los apellidos paterno y materno, por ese orden. Están prohibidos los nombres extravagantes, impropios de personas, irreverentes, subversivos o los que hagan confusa la identificación o induzcan a error sobre su sexo. Este es un terreno donde se ha experimentado una gran liberación, por lo que hoy se viene aceptando nombres que hace pocos años nos hubieran parecido insólitos.

La celebración del bautizo

Concebida originalmente como familiar e intima, puede terminar convirtiéndose en una reunión social organizada en torno a un banquete y a un desfile de regalos. Mejor que una gran recepción, será una merienda o un coctel para los familiares y amigos más allegados. No es necesario hacer invitaciones impresas, sino que basta con convocar personalmente o por teléfono, dejando claro, por supuesto la hora y el templo donde se va a celebrar el bautizo y, en su caso, el posterior ágape.

El mejor lugar para le celebración que sigue a un bautizo es la propia casa de los padres del recién nacido, siempre que se disponga de espacio suficiente. Hay que tener en cuenta que pueden acudir varios niños, a los que habrá que atender aparte. Si, por limitaciones físicas, no fuera posible organizar el convite en casa, puede hacerse en el domicilio de los abuelos o de los padrinos. Precisamente estos problemas de espacio han difundido la costumbre de celebrar los bautizos en un local público. Si se opta por esta solución, se tendrá especial cuidado e elegir un establecimiento que cuente con un salón privado, de manera que el ágape mantenga cierto aire familiar.

El padrino y la madrina son los invitados de honor, por lo que ocuparan lugar en la presidencia de la mesa. Se ubicaran también en lugar preferente los abuelos del niño. Si asiste el sacerdote que le ha administrado el bautizo, gozará así mismo de un puesto preeminente.

Con motivo del bautizo, los padrinos harán un regalo al niño, juntos o por separado, siendo uno de los típicos una medalla religiosa en cuyo reverso se graba el nombre del niño y la fecha del bautizo (no la del nacimiento). Los invitados al bautizo no están obligados a llevar obsequios al niño, aunque es frecuente que lo hagan.

Para asistir a un bautizo, lo invitados, y sobre todo los padres y los padrinos vestirán con atuendo formal pero de calle, no de etiqueta. Al niño se le suele vestir con un faldón, preferiblemente de color blanco. El faldón de cristianar, como se le suele denominar, es en algunas familias casi una joya por tratarse de un atuendo heredado que se va pasando de padres a hijos.

En el caso de que los padres hayan optado por no bautizar a su hijo, pueden celebrar una fiesta de presentación del niño que, en todo caso, tendrá el mismo carácter familiar.

FALLECIMIENTOS

Uno de los trances más tristes por los que puede pasar una persona es el fallecimiento de un ser querido. Ahora bien, incluso en una situación tan extrema como esta, alguien en la familia deberá sobreponerse al dolor y tomar el control de la situación.

Son muchos los detalles que han de ser atendidos en un breve espacio de tiempo: pompas fúnebres, esquelas… un buen detalle de amistad es el de ofrecer, con discreción y sin insistir, nuestra colaboración en estas gestiones a los familiares del fallecido, si son allegados. En caso de que usted se haga cargo de algunos trámites, no tome ninguna decisión sin consultar antes, ya que puede crear conflictos familiares o incurrir en gastos, a veces no pequeños, que después deberán asumir otros.

En primer lugar, lo más urgente es avisar del fallecimiento, por teléfono o mediante telegrama, a familiares y personas próximas. Para dar a conocer públicamente el óbito, es práctica habitual insertar esquelas en la prensa del lugar de residencia.

Las esquelas

La redacción de estos anuncios necrológicos es muy parecida en todos los casos y en los mismos diarios suelen tener modelos, en los que sólo es preciso insertar los datos concretos y personales del fallecido. Respecto al tamaño de la esquela, hay que decir que no debería ser desorbitado, aunque existan posibilidades económicas para ello, pues puede interpretarse como un gesto de ostentación incluso en una circunstancia tan definitiva como es la de la propia muerte.

En la esquela deben aparecer todos los familiares directos, siguiendo el orden de mayor a menor relación y de mayor a menor edad. Es conveniente repasar bien este listado, ya que si falta alguien de igual grado de parentesco que otro que si figure, aunque su trato con el difunto hubiera sido de distinta intensidad, el olvido puede acarrear posteriores problemas.

Debajo del nombre del difunto puede hacerse constar la edad y el lugar de fallecimiento, así como la profesión o el cargo que ocupaba. Si sus títulos y honores son muchos, se pondrán solo los más destacados o aquellas por los que hubiera sentido predilección. En la esquela se anunciará también el lugar donde se instale la capilla ardiente y del funeral y el entierro con sus horarios.

Una costumbre que comienza a arraigar es la de proceder al entierro lo antes posible, dejando el funeral para un día o dos más tarde cuando la familia se encuentre con más fuerzas. En este caso, o que se anuncia en la esquela es el funeral, haciendo constar que el entierro ya se celebró. Otra forma de preservar la intimidad de la familia en el tiempo más próximo a la muerte es la de incluir en la esquela la frase “la familia no recibe”.

Si el fallecido ocupaba un puesto profesional importante o destacado por alguna circunstancia, su empresa puede insertar en a prensa otra esquela, en la que no habrá mención a los familiares del difunto, sino que simplemente expresará la condolencia de la compañía. Si esta organiza además un oficio religioso, tendrá que ser posterior al funeral familiar.

Dada la lógica sensibilidad que existe ante estos temas, las empresas deberán tener un especial cuidado y establecer unas normas fijas, de manera que si publican una esquela a la muerte de un empleado, todos los del mismo rango habrán de recibir igual tratamiento cuando fallezcan.

EL VELATORIO

Siguiendo una tradición antiquísima desde el momento de la muerte hasta el entierro, la familia y los amigos más allegados permanecerán cerca del féretro, en lo que se denomina velatorio o capilla ardiente, que antes se celebraba en el domicilio del finado aunque este hubiese fallecido en un centro hospitalario. En los últimos tiempos, se viene haciendo habitual utilizar los servicios de un hogar funerario o tanatorio, donde permanecerá la familia reunida con excepción de los niños (los cuales, hasta cierta edad, es mejor que permanezcan al margen de los actos mortuorios).

Aunque el velatorio se celebre en un domicilio particular, no es necesario que la familia invite a los visitantes (salvo tradición arraigada, que si existe en algunos lugares). De todos modos, es un buen detalle tener preparado café y algunos refrescos. Alguna persona de la familia, o un amigo próximo que se ofrezca a ayudar, podrá estar pendiente de estos aspectos.

Quien asiste a un velatorio no debe acudir con colores llamativos, pero tampoco de luto riguroso, lo que corresponde, en la medida que lo considere oportuno a la familia. Al llegar a la capilla ardiente, la visita se dirigirá en primer lugar a los familiares más directos del fallecido y les expresará su pésame, con una frase o unas palabras sencillas y cariñosas. El tono de voz debe ser en todo momento más bien bajo, hasta que abandone el lugar.

Tras dar el pésame, la visita se retirará para hablar con algunas otras personas presentes o permanecer algo apartado hasta el momento de irse, cuando se despedirá de la familia y, si lo considera oportuno, ofrecerá su ayuda o anunciará una nueva visita para más adelante. El tiempo de permanencia en el velatorio debe ser breve, salvo circunstancias especiales (por ejemplo, si tras una muerte repentina los familiares más cercanos se encuentran al principio especialmente solos). Como regla general, una visita al velatorio puede durar entre 10 y 15 minutos; más demedia hora solo será necesaria en casos de familiares o amigos muy allegados.

Si usted llega en el momento en que se esté pronunciando alguna oración o rezando el rosario, no interrumpa y participe. En todo caso deberá esperar para dar el pésame a que el acto termine.

LAS CORONAS

Si desea enviar unas flores, recuerde que debe encargarlas con tiempo suficiente (nunca se llevarán personalmente) para que lleguen antes del entierro, y del funeral si lo precede. Los ramos o composiciones (cruces, coronas…) pueden llevar una dedicatoria que se inscribe en cintas.

Alguien de la familia deberá tomar nota de las coronas recibidas, para después poder agradecerlas.

EL FUNERAL

La familia puede acudir a la iglesia con adelanto suficiente para recibir en ella al féretro, o bien desplazarse al mismo tiempo detrás del coche mortuorio. En cualquier caso ocupara los primeros bancos, estando reservados los siguientes para los amigos más íntimos. El puesto del banco más próximo al pasillo se considera que es el de mayor rango.

Si, por alguna circunstancia, al funeral asisten autoridades, la familia ocupara los primeros bancos de la izquierda, y los representantes oficiales los de la derecha.

Aunque un funeral o un entierro son situaciones en las que suelen reunirse muchas personas que no se ven desde hace tiempo o que pueden tener asuntos pendientes, lo correcto es limitar el primer encuentro a un breve saludo, dejando la charla para más adelante cuando hayan terminado los actos funerarios y la familia se haya retirado.

PÉSAMES Y TARJETAS

Tras el funeral, no fuerce la situación para dar su pésame. Los familiares no deben ser presionados al salir de la iglesia, obligándoles a recibir casi a la fuerza nuestras condolencias. Ahora bien, si la situación es oportuna, exprese su sentimiento en un tono prudente y sosegado, sin exageración.

Quienes acuden al funeral pueden depositar una tarjeta, rubricada solamente con una frase simple y cariñosa de pésame (siempre manuscrita). Esta tarjeta se deja en la mesa que se coloca en el atrio o en la entrada del templo. También a veces se pone otra mesa para tarjetas en el portal del domicilio del fallecido. La funeraria, que es quien las ha instalado, hará llegar después las tarjetas recibidas a la familia, para que las conteste.

Las tarjetas de pésame se contestan a los pocos días, con otra tarjeta que se imprime con una orla negra y cuyo texto es muy breve y sencillo, algo así como “Familia de Pedro Álvarez. Muy agradecidos”