El bautizo es uno de los sacramentos más tradicionales, y que sigue gozando de gran arraigo en nuestro país. Además de hacer al bebe miembro de la iglesia a la que pertenece su familia, se le impone en el mismo acto el nombre con el que ya habrá sido inscrito en el registro civil
En el bautizo, el niño es apadrinado por dos personas, un hombre y una mujer, que adquieren con ello una responsabilidad sobre su tutela, en caso de que no pudieran ejercerla los padres. Los candidatos tradicionales eran los abuelos del niño, pero dado que por ley de vida es probable que las personas de más edad fallezcan antes de que el niño sea mayor, ahora es también habitual designar como padrinos a personas más jóvenes, bien sean familiares o amigos íntimos de los padres.
De cualquier forma la elección de los padrinos debe hacerse con tiempo suficiente, antes del nacimiento del niño. Aunque se trata de un honor, hay que ofrecerlo con precaución ya que al implicar también una responsabilidad, no todo el mundo está dispuesto a asumirla. Si le invitan a ser padrino y por alguna causa prefiere no aceptar, decline la invitación con la mayor delicadeza.
La elección del nombre
Al decidirlo, debemos recordar que será el nombre de otra persona, no el nuestro, y que lo llevará durante toda su vida. El nombre lo eligen los padres y nadie, ni siquiera los padrinos insistirán en intervenir en la elección.
Además del clásico recurso a repetir nombres de familiares próximos, lo deseable es buscar un nombre digno y evitar cacofonías con los apellidos, huyendo tanto de las modas como de las tradiciones más estrictas.
El niño debe ser inscrito en el registro civil en los ocho días siguientes al nacimiento, expresando su nombre y los apellidos paterno y materno, por ese orden. Están prohibidos los nombres extravagantes, impropios de personas, irreverentes, subversivos o los que hagan confusa la identificación o induzcan a error sobre su sexo. Este es un terreno donde se ha experimentado una gran liberación, por lo que hoy se viene aceptando nombres que hace pocos años nos hubieran parecido insólitos.
La celebración del bautizo
Concebida originalmente como familiar e intima, puede terminar convirtiéndose en una reunión social organizada en torno a un banquete y a un desfile de regalos. Mejor que una gran recepción, será una merienda o un coctel para los familiares y amigos más allegados. No es necesario hacer invitaciones impresas, sino que basta con convocar personalmente o por teléfono, dejando claro, por supuesto la hora y el templo donde se va a celebrar el bautizo y, en su caso, el posterior ágape.
El mejor lugar para le celebración que sigue a un bautizo es la propia casa de los padres del recién nacido, siempre que se disponga de espacio suficiente. Hay que tener en cuenta que pueden acudir varios niños, a los que habrá que atender aparte. Si, por limitaciones físicas, no fuera posible organizar el convite en casa, puede hacerse en el domicilio de los abuelos o de los padrinos. Precisamente estos problemas de espacio han difundido la costumbre de celebrar los bautizos en un local público. Si se opta por esta solución, se tendrá especial cuidado e elegir un establecimiento que cuente con un salón privado, de manera que el ágape mantenga cierto aire familiar.
El padrino y la madrina son los invitados de honor, por lo que ocuparan lugar en la presidencia de la mesa. Se ubicaran también en lugar preferente los abuelos del niño. Si asiste el sacerdote que le ha administrado el bautizo, gozará así mismo de un puesto preeminente.
Con motivo del bautizo, los padrinos harán un regalo al niño, juntos o por separado, siendo uno de los típicos una medalla religiosa en cuyo reverso se graba el nombre del niño y la fecha del bautizo (no la del nacimiento). Los invitados al bautizo no están obligados a llevar obsequios al niño, aunque es frecuente que lo hagan.
Para asistir a un bautizo, lo invitados, y sobre todo los padres y los padrinos vestirán con atuendo formal pero de calle, no de etiqueta. Al niño se le suele vestir con un faldón, preferiblemente de color blanco. El faldón de cristianar, como se le suele denominar, es en algunas familias casi una joya por tratarse de un atuendo heredado que se va pasando de padres a hijos.
En el caso de que los padres hayan optado por no bautizar a su hijo, pueden celebrar una fiesta de presentación del niño que, en todo caso, tendrá el mismo carácter familiar.
En el bautizo, el niño es apadrinado por dos personas, un hombre y una mujer, que adquieren con ello una responsabilidad sobre su tutela, en caso de que no pudieran ejercerla los padres. Los candidatos tradicionales eran los abuelos del niño, pero dado que por ley de vida es probable que las personas de más edad fallezcan antes de que el niño sea mayor, ahora es también habitual designar como padrinos a personas más jóvenes, bien sean familiares o amigos íntimos de los padres.
De cualquier forma la elección de los padrinos debe hacerse con tiempo suficiente, antes del nacimiento del niño. Aunque se trata de un honor, hay que ofrecerlo con precaución ya que al implicar también una responsabilidad, no todo el mundo está dispuesto a asumirla. Si le invitan a ser padrino y por alguna causa prefiere no aceptar, decline la invitación con la mayor delicadeza.
La elección del nombre
Al decidirlo, debemos recordar que será el nombre de otra persona, no el nuestro, y que lo llevará durante toda su vida. El nombre lo eligen los padres y nadie, ni siquiera los padrinos insistirán en intervenir en la elección.
Además del clásico recurso a repetir nombres de familiares próximos, lo deseable es buscar un nombre digno y evitar cacofonías con los apellidos, huyendo tanto de las modas como de las tradiciones más estrictas.
El niño debe ser inscrito en el registro civil en los ocho días siguientes al nacimiento, expresando su nombre y los apellidos paterno y materno, por ese orden. Están prohibidos los nombres extravagantes, impropios de personas, irreverentes, subversivos o los que hagan confusa la identificación o induzcan a error sobre su sexo. Este es un terreno donde se ha experimentado una gran liberación, por lo que hoy se viene aceptando nombres que hace pocos años nos hubieran parecido insólitos.
La celebración del bautizo
Concebida originalmente como familiar e intima, puede terminar convirtiéndose en una reunión social organizada en torno a un banquete y a un desfile de regalos. Mejor que una gran recepción, será una merienda o un coctel para los familiares y amigos más allegados. No es necesario hacer invitaciones impresas, sino que basta con convocar personalmente o por teléfono, dejando claro, por supuesto la hora y el templo donde se va a celebrar el bautizo y, en su caso, el posterior ágape.
El mejor lugar para le celebración que sigue a un bautizo es la propia casa de los padres del recién nacido, siempre que se disponga de espacio suficiente. Hay que tener en cuenta que pueden acudir varios niños, a los que habrá que atender aparte. Si, por limitaciones físicas, no fuera posible organizar el convite en casa, puede hacerse en el domicilio de los abuelos o de los padrinos. Precisamente estos problemas de espacio han difundido la costumbre de celebrar los bautizos en un local público. Si se opta por esta solución, se tendrá especial cuidado e elegir un establecimiento que cuente con un salón privado, de manera que el ágape mantenga cierto aire familiar.
El padrino y la madrina son los invitados de honor, por lo que ocuparan lugar en la presidencia de la mesa. Se ubicaran también en lugar preferente los abuelos del niño. Si asiste el sacerdote que le ha administrado el bautizo, gozará así mismo de un puesto preeminente.
Con motivo del bautizo, los padrinos harán un regalo al niño, juntos o por separado, siendo uno de los típicos una medalla religiosa en cuyo reverso se graba el nombre del niño y la fecha del bautizo (no la del nacimiento). Los invitados al bautizo no están obligados a llevar obsequios al niño, aunque es frecuente que lo hagan.
Para asistir a un bautizo, lo invitados, y sobre todo los padres y los padrinos vestirán con atuendo formal pero de calle, no de etiqueta. Al niño se le suele vestir con un faldón, preferiblemente de color blanco. El faldón de cristianar, como se le suele denominar, es en algunas familias casi una joya por tratarse de un atuendo heredado que se va pasando de padres a hijos.
En el caso de que los padres hayan optado por no bautizar a su hijo, pueden celebrar una fiesta de presentación del niño que, en todo caso, tendrá el mismo carácter familiar.