sábado, 3 de octubre de 2009

CAMINAR Y SENTARSE

Gran parte de nuestra personalidad más secreta se refleja en la postura del cuerpo y, por ello, es necesario controlar las posiciones que adoptamos, posturas que se pueden aprender y corregir para que expresen lo que somos pero también lo que pretendemos y queremos ser.

Al caminar y sentarse, mantenga siempre su espalda recta, además de ser lo adecuado, mejora su salud- la espalda recta no sólo es la postura natural, sino que nos proporciona un aire de seguridad en nosotros mismos que puede ser muy positivo.

Caminar

Caminar con elegancia es uno de los atributos fundamentales de una persona con estilo, de hecho, a las mujeres que aspiran a modelos profesionales se les hace caminar con pesos sobre su cabeza, con el fin de lograr que conserven el cuello erguido y que todos los movimientos de su cuerpo estén determinados por la necesidad de mantener el equilibrio. Conservar la espalda recta y la cabeza erguida (pero si altivez) es un consejo básico.

A la inversa produce una imagen muy negativa ver a algunas personas caminar con los hombros caídos, con el cuerpo echado hacia adelante, con zancadas demasiado largas, o con otros vicios gestuales. Todos esos defectos deben y pueden, ser evitados.

Camine derecho con los hombros rectos y la cabeza alta. No estire el cuerpo de forma artificial, pero en ningún caso deje que se le tuerza ni que sus hombros caigan o su cabeza se incline. El paso ha de ser firme y mesurado, ni muy corto ni a zancadas largas. Es mejor andar despacio, tranquilamente, con convicción, como dueño del terreno, con orgullo y confianza. Ir de prisa indica nerviosismo y le hace parecer un fugitivo.

Cicerón, a quien ya cité, prescribía lo siguiente “al andar debe huirse de una muelle lentitud, como la de las gentes que van en una procesión, y de una marcha apresurada que nos deja sin aliento y nos altera el rostro”.

Todos cometemos fallos y entre los más inoportunos están los tropiezos y las caídas. No se ría jamás si alguien resbala o cae; por el contrario, ayúdele a levantarse y pregúntele si se encuentra bien. Si usted es quien sufre este problema, levántese con toda prontitud y naturalidad que le sea posible y procure restarle importancia en público.

Sentarse

El estilo se pone de manifiesto al sentarse. Como norma general, y salvo situaciones de mucha confianza, no debemos hundirnos en las butacas. En principio, lo correcto es mantener la espalda recta contra el asiento. Tanto hombres como mujeres evitaran cruzar las piernas con posturas muy aparatosas o enseñando a los demás las suelas de sus zapatos.

Elija una silla que le permita sentarse y levantarse fácilmente y que le sitúe a la misma altura que el resto de las personas del entorno. Los sillones hundidos y con dos brazos le obligaran a echarse hacia atrás y a levantarse con dificultad.

Para sentarse, acérquese a la silla, haga una pausa, coordine la parte superior e inferior del cuerpo para no perder el equilibrio, doble las rodillas y siéntese, primero hacia el borde del asiento y con mayor acomodo después. Procure quedar sentado en una posición asimétrica en la silla, lo que le dará un aire más relajado.

Controle, sobre todo, la postura de las piernas. Para una mujer, sentarse con las piernas cruzadas es, en principio, de mala educación y sólo permisible en determinadas circunstancias entre las que no están ningún acto oficial y menos aun si se trata de una ceremonia religiosa. En el caso de cruzar las piernas, las pantorrillas y los tobillos deben quedar ladeados en paralelo. Es preferible cruzar solo los tobillos, aunque lo mejor será mantener los pies juntos y las rodillas también, aunque se vistan pantalones.

En el hombre, cruzar las piernas se considera aceptable, aunque no elegante, siempre que no se muestre la suela del zapato o se moleste a personas que están alrededor. Tampoco es de buen estilo enseñar el final de los calcetines, para lo que se recomienda utilizar modelos “ejecutivos” o altos. La mejor postura es apoyar los pies en el suelo y con las rodillas ligeramente separadas.

En ningún caso se pondrá la silla a dos patas, usándola de balancín, ni se rodearan las patas con los propios pies.

Mientras esté sentado, mantenga su espalda recta aunque sin rigidez y con la parte inferior de aquella totalmente apoyada en el respaldo. Esto se consigue, como es obvio, sentándose bien en el centro de la silla, no quedando en equilibrio sobre su borde. Al levantarse de un asiento, no se doble sobre sí mismo, no arrastre la silla y no se estire la ropa.

Una vez en pie, procure que sus hombros permanezcan erguidos y la cabeza alta, recta pero sin alzar la mandíbula. Recuerde que ponerse en pie es un acto de presencia y hasta cierto punto una demostración de que uno es dueño de sí mismo.