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miércoles, 22 de septiembre de 2010

LA CEREMONIA MATRIMONIAL

Seguramente la decisión más importante que puede tomar una persona en su vida es la de contraer matrimonio. La ceremonia nupcial es, por tanto, y desde hace siglos, un acontecimiento que posee una gran trascendencia, no sólo en el ámbito privado de los contrayentes sino también, por sus consecuencias legales de todo tipo, en la convivencia pública de la comunidad.

EL MATRIMONIO CIVIL

El matrimonio civil existe siempre, bien de manera exclusiva o bien como consecuencia de los efectos civiles que produce el matrimonio religioso. En este caso se tratará al enlace civil cuando se realiza sin existir boda canónica.

El elemento fundamental que crea y sustenta al matrimonio civil, al igual que el religioso, es el consentimiento libremente prestado por un hombre y una mujer o bien una pareja del mismo sexo, que debe ser formalizado públicamente, de acuerdo con ciertos rituales y en presencia de una autoridad que ejerce de testigo constituyente. En el caso del matrimonio civil, esa autoridad es el juez de Primera Instancia, como encargado del Registro Civil, o el alcalde del lugar 8que puede delegar esta función en alguno de sus concejales)

Antes de la ceremonia, ha de tramitarse un expediente ante la misma autoridad que refrendará el enlace. Su objetivo es acreditar que la pareja reúne los requisitos de capacidad que establece la legislación española: los contrayentes han de ser dos, del mismo o diferente sexo, mayores de edad (aunque también puede contraer matrimonio el menor emancipado, o quien tenga 14 años si el juez lo autoriza tras oír al interesado y a sus padres); en pleno disfrute de su salud mental, y sin estar vinculado por un matrimonio anterior y vigente (el matrimonio civil se puede disolver en vida de los cónyuges en virtud de la figura del divorcio).

En principio, los matrimonios civiles se celebran por las mañanas y nunca en domingos. En la mayoría de Juzgados de Primera Instancia existen ya salas especiales habilitadas para esta función. Los novios vestirán con la máxima corrección, pero sin etiqueta (es decir ella no ira de blanco ni de largo ni el llevará chaqué); la novia si podrá llevar su ramo de flores. Los matrimonios civiles han perdido el aire semi-clandestinidad que llegaron a tener en algún tiempo: la presencia de invitados, el intercambio de anillos entre los contrayentes, el fotógrafo, la lluvia de arroz a la salida etc. Llegan a convertirlos en una ceremonia brillante y alegre. Precisamente para revestir de solemnidad y dignidad al matrimonio, el juez que preside la ceremonia ha de estar vestido de toga, y el acto se realizará en audiencia pública ante la fe del secretario judicial.

El desarrollo de la boda civil es, por otra parte, breve y sencillo. A la voz de “Audiencia pública, matrimonio de Alberto García y Lucia Fernández”, que pronuncia en el pasillo el agente judicial, entran en la sala los novios, los testigos (dos como mínimo) y los invitados, situándose novios y testigos en un lugar preferente ante el juez, y los invitados en los bancos dispuestos al efecto. Sin más dilación, el juez dará lectura a los artículos 66, 67 y 68 del código civil.

A continuación, el juez preguntará a cada uno de los novios si consienten a cada uno de los novios si consienten en contraer matrimonio con el otro, y si efectivamente lo contraen en dicho acto. Tras la respuesta afirmativa de ambos, termina el juez diciendo: “por el ministerio de la ley yo os declaro unidos en matrimonio”.

EL MATRIMONIO RELIGIOSO

El marco legal que rige en la actualidad en nuestro país ha eliminado todas las trabas que en otro tiempo forzaban a los novios españoles a celebrar sus bodas “por la Iglesia”. Hoy en día, quien se casa conforme a los mandamientos de la ley divina es porque así lo han decidido libremente. Y aunque en algunos casos se siga diciendo que pesan las condiciones sociales y presiones familiares, lo cierto es que son cada vez más las parejas que optan por celebrar su enlace mediante una boda religiosa.

El matrimonio es según el Código de Derecho Canónico, la alianza constituida para toda la vida por el varón y la mujer, elevada por Cristo a la dignidad de sacramento entre bautizados, y que se ordena al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole.

LA PREPARACIÓN DE LA BODA

Las principales formalidades anteriores al enlace son la publicación del proyectado matrimonio (mediante las proclamas o amonestaciones) y el expediente matrimonial, ambas destinadas a comprobar la ausencia de impedimentos y la libre voluntad de la pareja

Las proclamas o amonestaciones

Con el fin de que cualquiera que conozca un impedimento que pueda hacer invalido el matrimonio lo comunique a su debido tiempo, los párrocos de los novios deben anunciar previamente en sus respectivas parroquias la boda proyectada. Como regla general, las amonestaciones se publican mediante un edicto que se fija en las puertas de las iglesias por un plazo de quince días. Donde haya tradición de ello, será además leídas en tres días festivos consecutivos durante la misa.

El expediente matrimonial

Está constituido por una serie de documentos que presentan los novios ante el párroco para acreditar que no existen impedimentos que hagan inválido el matrimonio (edad inferior a la permitida, matrimonio anterior vigente, disparidad de cultos, consanguinidad o parentesco, etc.)

EL EXÁMEN PREVIO DEL TEMPLO

Algunos días antes de la ceremonia, conviene que los novios hagan una pausada visita al templo, con el fin de conocer adecuadamente el lugar y prevenir con antelación todos los detalles de sus movimientos, así como para tomar las decisiones que correspondan sobre la ornamentación con que se desee lucir la iglesia.

Los arreglos florales deben ser discretos, limitándose preferiblemente al altar y a los escalones del presbiterio. Los novios decidirán si desean ser fotografiados en algún lugar del templo, para lo que podrán escoger el fondo que consideren más bonito.

Éste es también el momento de conocer y, en su caso, modificar, las previsiones de iluminación y de música que haya hecho el párroco. Hoy en día es frecuente que estas ceremonias sean grabadas en video, para lo cual los equipos técnicos precisan ciertas condiciones de luz. En algunos casos las cámaras aportan sus propias baterías y en otros necesitan enchufes. Estudiar todos estos detalles nos evitará apuros de última hora. Los novios preguntarán al párroco cual es la música que sonará en la ceremonia, y puede suceder que prefiera alguna otra pieza distinta. En ocasiones se contratarán los servicios de un coro, todo lo cual habrá que decidir y resolver con suficiente antelación.

Por último, conviene estudiar la distribución de los invitados en el templo, incluso diseñando un croquis con la situación de los asientos e indicando el número de familiares que se pueden sentar en los bancos delanteros. Esto será muy útil en aquellos casos en que se prevea una gran afluencia de público a la ceremonia.

Es costumbre que la familia de cada uno de los contrayentes ocupe los bancos situados detrás del lugar en que éstos se colocan en el altar. Los bancos delanteros se denominan bancos de honor, y suele reservarse la primera fila para los padres y los hermanos de los novios, y la segunda para los abuelos, padrinos y tíos. Luego y sucesivamente se sentarán los primos, familia indirecta, testigos y amigos. En algunas ocasiones se opta por utilizar unos asientos laterales inmediatos al altar para ubicar en ellos a los testigos.

Valorar a tiempo todos los detalles contribuirá a la brillantez de la ceremonia. Incluso conviene tener en cuenta el ancho del pasillo central de la iglesia, en especial cuando la novia piense utilizar un traje amplio y voluminoso.

PADRINOS Y OTRO PERSONAL AUXILIAR

Los principales papeles auxiliares en la organización y desarrollo de cualquier boda corresponden a los padrinos, a las damas de honor y a los ujieres. Suele asumir la función de padrino el padre de la novia y la de madrina la madre del novio. Todavía hoy se sigue recomendando a las parejas que preparan su boda que, cuando sus respectivos padres no puedan ostentar la condición de padrinos, acudan con esa petición a los familiares más pudientes, pues se supone que apadrinar a una pareja implica de algún modo aceptar una cierta responsabilidad de cuidado y atención hacia ella.

Las damas de honor, elegidas por la novia, son siempre muchachas solteras. La primera dama de honor, que normalmente es una hermana o una amiga intima de la novia, espera su llegada a la entrada de la iglesia y le ayuda a colocarse el velo y la cola del vestido. Al llegar al altar, se hace cargo del ramo de la novia durante el servicio nupcial, devolviéndoselo después cuando se inicia el desfile hacia la salida. Si no hay dama de honor, será la madrina quien sujete el ramo.

Los ujieres llegan a la iglesia unos veinte minutos antes de la hora anunciada llevando los programas impresos para la ceremonia, cuando existan. Su misión es repartir los programas y ayudar a los invitados a acomodarse en sus asientos, acompañando a los familiares de los novios a los lugares que se les han reservado en los bancos delanteros.

LA INDUMENTARIA

Si hay una imagen que simbolice las bodas, ésta es la de la novia vestida de blanco. Desde hace doscientos años el color tradicional del vestido nupcial de las novias ha sido el blanco, símbolo de pureza, y la seda y los encajes sus tejidos típicos. El complemento clásico es el velo (con un origen oriental que se remonta al menos 4000 años atrás) se conserva también en nuestros días la tradición de que la novia porte un pequeño ramo de flores en sus manos. Estas han de elegirse de modo que armonicen con su vestido, motivo por el cual se suele recurrir a las flores blancas o amarillas. En tiempos pasados, el ramo de la novia había de ser forzosamente de flor de azahar, que representaba la inocencia y la pureza. Hoy se considera suficiente con que se trate de flores blancas: lirios, gardenias, rosas blancas etc.

Por lo que se refiere al novio, vestirá los supuestos más formales chaqué o frac (más común el primero) en ambos casos sin sombrero. Y aunque vea a los americanos utilizarlo, por favor no usar el smoking. Si no se desea etiqueta, utilizar un traje clásico, serio y oscuro. Militares y diplomáticos se pueden casar a veces de uniforme, contribuyendo así a hacer más vistosa la ceremonia.

En cuanto a los invitados, es norma conocida que ninguna mujer vista enteramente de blanco, privilegio que se reserva a la novia, y que los escotes y las joyas sean prudentes, considerándose de mal gusto la exhibición o alarde de piedras preciosas. Si alguna invitada porta sombrero, será también discreto. Los hombres vestirán traje oscuro. Si el novio viste chaqué, el padrino llevará igual prenda. Cuando existan damas de honor y pajes, la novia intervendrá en la elección del modelo, tela y color de sus vestidos, con el fin de que hagan juego con el suyo.

LA LLEGADA A LA IGLESIA

Si se quiere ser respetuoso con la tradición en una día tan señalado, la primera persona en llegar a la iglesia ha de ser el novio. En los minutos en que, como es de rigor, debe esperar la llegada de su prometida, estará acompañado por las damas de honor y pajes.

Por su parte, la novia que habrá sido ayudada a vestirse por su madre o hermanas, será acompañada desde su casa hasta la iglesia por su pariente masculino más próximo (es costumbre que sea a la vez el padrino), para ser “entregada” al novio”. En el ceremonial español, el novio y la madrina esperan a la novia y al padrino en la puerta de la iglesia. Se supone que el novio no ha visto hasta ese momento el vestido de la novia.

Los invitados que estén en la calle para ver la llegada de la novia entrarán entonces a la iglesia, pues todos han de ocupar sus lugares cuando entren los novios al templo.

La comitiva de entrada lleva el siguiente orden: en primer lugar, la novia del brazo del padrino (una dama de honor o paje estará pendiente de sujetar o controlar la cola del vestido); después el novio del brazo de su madrina; a continuación los testigos y parientes más cercanos. Como principio general, los hombres dan el brazo izquierdo, salvo que se trate de militares pues éstos llevan el sabe a la izquierda (por cortesía, si uno de los dos padres es militar, el otro hará lo mismo y ofrecerá también el brazo derecho)

Durante el desfile de entrada de los novios en la iglesia, todos los invitados deben ponerse en pie y dirigir su mirada hacia los contrayentes. La novia avanzará hacia el altar al compás de la música solemne y majestuosa del coro nupcial de la ópera Lohengrin, escrita por Richard Wagner en 1848.

Al llegar al altar, donde se habrán colocado cuatro asientos con sus correspondientes reclinatorios, el novio toma a la novia y la sitúa a su izquierda, el padrino se coloca a la derecha del novio y la madrina a la izquierda de la novia. Los testigos estarán al lado correspondiente, según sean del novio o de la novia.

DESARROLLO DE LA CEREMONIA

El sacerdote puede recibir a los contrayentes a la puerta de la iglesia y, después del saludo, entrar en procesión; o bien recibirles frente al altar, en los asientos o bancos preparados para ellos en lugar preferente y visible. En cualquiera de los casos, la ceremonia se inicia con unas palabras de recibimiento y bienvenida que pronuncia el sacerdote.

La liturgia de la palabra, en la que se expresa la importancia del matrimonio cristiano y sus fines, consiste en la lectura de un texto (son frecuentes lecturas del Antiguo Testamento, como “Hombre y Mujer los creó” o “serán los dos una sola carne”, cartas apostólicas, y lecturas del evangelio), y en la predicación de la homilía. La celebración del sacramento incluye el consentimiento mutuo de los contrayentes, que el sacerdote requiere y recibe. Existen tres fórmulas distintas: el diálogo simple entre los novios, las preguntas hechas entre ellos y las preguntas formuladas por el sacerdote. La primera (“yo,…, te quiero a ti,…, como esposa – o, y me entrego a ti, y prometo serte fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, todos los días de mi vida”) es la más frecuente.

Una vez prestado el consentimiento, el sacerdote invoca la bendición de Dios para que la alianza se mantenga con fidelidad perenne (“lo que dios ha unido que no lo separe el hombre”) y los contrayentes se imponen los anillos el uno al otro, primero él a ella y después ella a él. Hasta ese momento, cuando el sacerdote los reclama, los anillos habrán estado en poder del padrino.

La alianza matrimonial se pone en el dedo anular de la mano derecha, salvo en Cataluña, donde es tradición hacerlo en la izquierda (supuestamente más cercana al corazón)

Si es costumbre entregar las arras (trece monedas de oro o plata cuyo símbolo es compartir los bienes), se hará del mismo modo y por el mismo orden que se ha seguido con los anillos: tras la bendición del oficiante la entrega en primer lugar el esposo a la esposa, y después ella a él. Las arras estarán a cargo de la madrina, salvo en los casos en que se encomiende esta tarea a una niña, que las llevará en una cestita o bandeja.

Uno de los privilegios de los ya esposos es, a la hora de comulgar, el poder beber del cáliz además de recibir la sagrada forma.

EL ANILLO

El anillo de boda suele ser un aro sencillo hecho a base de oro o platino, y en su interior se acostumbra a grabar el nombre de los novios y la fecha de boda. La práctica occidental de lucir el anillo nupcial en el dedo anular comenzó entre los griegos. En el siglo III a. C. los médicos griegos creían que existía una vena, la vena del amor, que iba dese el dedo anular hasta el corazón. Este dedo se convirtió en el más apto para un anillo que simboliza algo relativo al corazón.

Los romanos adoptaron la misma practica griega, y los cristianos la continuaron después, aunque llegaba a recorrer casi toda la mano: el novio colocaba primero el anillo en la punta del índice de la novia, con las palabras “en el nombre del Padre”, continuaba con la fórmula “del Hijo”, al tiempo que trasladaba el anillo al dedo medio de su pareja, y finalmente al concluir “del Espíritu Santo, Amén” lo pasaba al cuarto dedo. Esta compleja operación se conocía como fórmula trinitaria.

Para los católicos la introducción oficial del anillo de compromiso data del año 860, el Papa Nicolás I decretó que el anillo de promesa matrimonial se convertía en una declaración oficial de la intención de casarse. Para Nicolás I un anillo de cualquier material o valor no era suficiente sino que habría de ser un anillo de un metal valioso y preferiblemente de oro, de modo que supusiera un sacrificio financiero para el futuro esposo.

Conviene que los novios acudan a la ceremonia nupcial con sus manos libres de anillos o joyas, para evitar confusiones y resaltar el valor simbólico de la alianza matrimonial. Únicamente está admitido, y es incluso aconsejable, que luzcan los regalos de compromiso, que suelen ser un anillo en el caso de la novia (que se lleva en la mano izquierda) y unos gemelos o un reloj de pulsera en el caso del novio.

TRÁMITES POSTERIORES A LA CEREMONIA

Inmediatamente después de celebrada la boda, el párroco debe inscribir el enlace en el “Libro de Matrimonios” de su registro parroquial, donde constarán los nombres de los cónyuges, de los testigos, el lugar y la fecha de celebración y cuantos otros datos sirvan de información útil y complementaria.
Además si alguno de los contrayentes o ambos, hubiesen sido bautizados en parroquia distinta a la del matrimonio, el párroco oficiante de la boda deberá comunicar la celebración a las parroquias de los cónyuges. El sacerdote entregará a los ya recién casados la certificación eclesiástica con los datos exigidos para su inscripción en el Registro Civil, y en todo caso, en el plazo de cinco días, transmitirá a su encargado, el acta del matrimonio canónico para su oportuna inscripción, en el supuesto de que esta no se hubiese efectuado ya a instancia de las partes interesadas.

LA SALIDA DE LA IGLESIA

Los esposos salen de la iglesia caminando lentamente mientras suena de nuevo la marcha nupcial, en este caso la más brillante y alegre del “Sueño de una noche de verano” escrita por Félix Mendelssohn en 1826.

Para la salida del templo, el novio ofrece su brazo a la novia, comenzando ambos a caminar por la nave hacia la salida, sonriendo a los reunidos (pero sin saludarles con la mano ni hablarles). En el caso más usual de que sean los padrinos, siguen a los recién casados el padre de la novia, dando el brazo a la madre del novio, y el padre del novio dando el brazo a la madre de la novia.

Hasta que finalice el desfile de salida los invitados no deberían abandonar el templo y, en su momento, lo correcto es que lo hagan por los pasillos laterales y no por el central. En la práctica, como el trámite de la firma en el registro puede demorarse, es frecuente que los invitados salgan a esperar a los novios a la puerta de la iglesia. Allí se producirá la inevitable lluvia de arroz, que en otro tiempo era de trigo (en ambos casos es un símbolo de fertilidad). Tras recibir las felicitaciones de los presentes, los recién casados se dirigirán hacia su coche y serán los primeros en abandonar el lugar.

LAS FOTOGRAFIAS

Es usual realizar las fotografías de boda después de la ceremonia religiosa y antes del banquete. Aunque algunas parejas previsoras, para evitar las prisas del día de la boda, hacen las fotos de estudio unos días antes o después, estas imágenes carecen del valor sentimental que tienen las que son verdaderos recuerdos del día de la ceremonia nupcial.

Es costumbre que los familiares y amigos allegados se hagan fotos con los novios. Estos deberán regalárselas con una pequeña nota, cuando estén en su poder.

EL BANQUETE NUPCIAL

Una vez establecida una cifra orientativa de personas a las que queremos invitar al enlace, procede elegir el modelo de banquete que sea de nuestro gusto (almuerzo, cena, cóctel, refrigerio, etc.) y el lugar en que será servido. Dado que los hoteles y restaurantes formalizan las reservas de sus salones con varios meses de antelación, una de las primeras gestiones que deben realizar los novios es la contratación del lugar en que piensan ofrecer el banquete. Si desean que tenga lugar en un restaurante determinado, la consulta habrá de ser incluso previa a la fijación de la fecha de la boda.

El menú deberá ser variado y equilibrado, procurando que los platos sean del gusto de la mayor parte de los invitados, es difícil la originalidad en estos casos, pues la dirección del establecimiento al que acudamos nos ofrecerá la elección entre varias opciones distintas, pero todas ellas muy utilizadas en ceremonias similares. Un pequeño esfuerzo de imaginación podría conseguir que una comida monótona, por excesivamente repetida, se aproximase a la excepcionalidad que se merece un momento tan especial en la vida.

Es también una práctica habitual que antes del almuerzo cena, se sirva un aperitivo, normalmente en un salón distinto al ágape principal. Como todos los aperitivos, sirve para que los invitados se conozcan entre si y charlen unos minutos antes de acceder al comedor. En este momento los novios son los anfitriones, por lo que deben mezclarse entre sus invitados y hacer en su caso, las presentaciones oportunas.

Uno de los temas más delicados es el de la colocación delos comensales en las distintas mesas. Un espectáculo repetido en esto casos, y no por conocido menos desagradable, es el de las carreras que, con escaso disimulo, protagonizan algunos invitados hacia el comedor con el fin de tomar posiciones en los lugares que consideran más adecuados, normalmente formando un grupo con sus conocidos y amigos, guiados por el comprensible objetivo de librarse de la compañía de personas desconocidas durante el almuerzo o cena. Una solución a este problema es que los novios elaboren un plano de las mesas adjudicando, según su criterio, los distintos asientos a personas determinadas. A la entrada del comedor un panel informativo indicará el asiento que corresponde a cada invitado, y en cada uno de los servicios, sobre la servilleta o apoyada entre las copas, una tarjeta manuscrita o mecanografiada confirmará el nombre del comensal a quien se ha atribuido el lugar. Este sistema evitara los inconvenientes a que antes hicimos referencia, y permitirá a los invitados tomar el aperitivo con total tranquilidad. El éxito del festín será total si los novios, buenos conocedores de sus invitados, han sabido agruparlos de acuerdo con sus afinidades.

Como es obvio los lugares de honor del banquete serán ocupados por los novios, sentándose a su lado los padrinos, y al lado de estos los padrinos, y la lado de estos los padres y abuelos de los contrayentes. Si el sacerdote oficiante ha sido invitado, se le ofrecerá también un lugar de preferencia.

Los novios harán su entrada en el salón una vez que todos los invitados, han ocupado sus lugares, momento que, en algunas ocasiones muy ceremoniosas, se rubrica con la marcha nupcial. Los recién casados pueden acudir al banquete de traje civil, aunque no es lo usual (lo harán así si media un amplio espacio de tiempo entre la ceremonia y la comida, por ejemplo, si la primera tuvo lugar a la mañana y la segunda es una cena).

Es tradición imprimir una minuta con el menú del banquete, sobre la que los novios pueden firmar algunas dedicatorias a sus amigos e invitados. Suele hacerse también el brindis por los novios, normalmente propuesto por el padre de la novia. Otra costumbre es la de que abran el baile la pareja formada por el padrino y la novia, para seguir luego los novios (otras veces comienzan ellos directamente. Terminado el primer baile, se entiende que los recién casados quedan libres para abandonar el lugar cuando lo deseen. Son habituales también los regalos que los padrinos hacen a todos los invitados: puros y cigarros para los caballeros y un detalle floral para las señoras seria el ejemplo menos original.

Los comensales deberían evitar los tópicos de dudoso gusto, como los gritos de 2que se besen” o el improcedente espectáculo de cortarle la corbata al novio para repartir los trozos entre los invitados. Tampoco parece de recibo hoy en día, los apretujones y los gritos de las invitadas para abalanzarse a recoger el ramo que la novia les tira. De hecho, ella suele dárselo directamente a su amiga más próxima que esté soltera.

La tarta nupcial es, desde hace siglos, símbolo y sinónimo de enlace. Suele consistir en un bizcocho con helado, presentado en dos o más pisos, que se coloca en lugar de honor durante todo el banquete en espera del solemne corte que han de realizar los novios. Llegado el momento, y una vez que el padrino haya conseguido el silencio de la sala, la novia toma el cuchillo o la espada, colocando le novio su mano sobre la de ella a fin de ayudarle a conseguir que la hoja penetre el pastel. Una vez consumada la primera hendidura, el servicio retirará la tarta, la cortará rápidamente en pedazos y la distribuirá entre los invitados.

ALTERNATIVAS AL BANQUETE

Algunas parejas de novios, y no siempre por motivos económicos, prefieren prescindir del gran banquete nupcial, y ofrecer a los invitados una celebración más sencilla e informal. Una recepción según los cánones clásicos, un cóctel o un simple tentempié frio son algunas de las alternativas.

Ciertamente, una recepción puede llegar a ser aun más solemne que un banquete nupcial, obligando en los supuestos ortodoxos a formar una línea de recepción, compuesta por los novios y sus padrinos, y a alinear a los invitados en una larga cola para el primer saludo. Un cóctel más relajado carecerá de formalidades tan estrictas en su inicio, aunque su desarrollo será, en términos generales, como el de cualquier recepción. Los contrayentes anfitriones de la celebración, repartirán su compañía entre los distintos grupos de invitados, charlando sucesivamente con todos ellos. Nadie deberá monopolizar a los novios durante demasiado tiempo, pues habrán de circular por el local durante los sesenta, o como máximo, noventa minutos que puede durar un acto de estas características.

Tanto si se trata de un cóctel o recepción, en el que todos permanecen de pie, como si es una cena fría, suele mantenerse la tradición del pastel nupcial.

ANIVERSARIOS DE BODA

En la mayoría de las ocasiones los aniversarios de boda no pasarán de ser una celebración intima de la pareja, que recordará la efeméride con una cena especial y un intercambio de regalos sencillos. Solamente los conocedores de la fecha, es decir, los padres, los hijos y algún amigo íntimo, felicitarán a los esposos.

Las celebraciones suelen limitarse a los aniversarios especiales: las denominadas bodas de plata (a los 25 años) de oro (a los 50 años) y las casi inalcanzables de diamante (a los 60 años). En los supuestos más añejos, cuando la veteranía de los esposos es realmente importante, se encargarán de organizar la conmemoración los propios hijos de la pareja. Uno de ellos, o el padrino de la boda si está presente, será quien proponga el consabido brindis por la longevidad de los cónyuges.

Si se ha optado por organizar una pequeña fiesta, es preferible limitarla de acuerdo con la capacidad de la propia casa, si ésta permite albergar al menos a un reducido grupo de invitados. Pueden imprimirse unas sobrias tarjetas de invitación, y es también correcto hacer a la pareja algún tipo de regalo poco costoso, aunque nunca cosas prácticas para la casa.

En el caso más romántico, los cónyuges cortarán nuevamente la tarta nupcial y reunirán a todos los invitados de la primera ceremonia que sea posible.

Unas palabras de la pareja servirán para confirmar el tono nostálgico del momento. Incluso existen matrimonios que se deciden a repetir el viaje de novios.

SEGUNDAS NUPCIAS

Una persona puede contraer segundas nupcias a partir de dos situaciones bien distintas: viudedad o divorcio. Los viudos pueden volver a casarse en una iglesia sin ningún problema, pero el matrimonio de un divorciado es algo más complejo. Lo habitual en estos casos es recurrir a una ceremonia civil en la oficina del registro.

En los supuestos de divorcio, no cabe más posibilidad para una segunda ceremonia religiosa que la previa nulidad del primer matrimonio. Incluso en este caso, el ritual del templo carecerá de bendición, pues según los mandatos de la Iglesia, esta solo se recibe una vez en la vida. Los preparativos de las segundas nupcias tienen además algunas particularidades propias, fruto de lo especial de la situación. Los viudos escriben a los padres de su difunto cónyuge antes de anunciar su compromiso. También lo harán entre sí los divorciados si sus relaciones se mantienen amistosas. Este tipo de contacto es esencial cuando afecta a hijos anteriores, a fin de que los abuelos estén enterados del cambio de situación.

Ala hora de fijar la fecha, hay una opinión generalizada que considera que entre el fallecimiento de un cónyuge y la segunda boda del superviviente debe transcurrir un tiempo prudencial. Del mismo modo, no procede anunciar un próximo matrimonio mientras uno de los miembros de la pareja esté aun involucrado en trámites de divorcio de su cónyuge anterior. Si se trata de un viudo o una joven, las invitaciones pueden enviarlas sus padres, y si es huérfano, alguna hermano mayor o familiar muy próximo. En muchos casos el viudo envía ya las invitaciones en su propio nombre, pues casi siempre se trata de personas adultas.

En cuanto al tema de regalos y listas de boda, la única diferencia respecto ala boda tradicional es que, como se supone que los cónyuges ya tiene la casa puesta, se tiende a regalos más personales y menos para el hogar. Por otra parte las ceremonias religiosas son más discretas, plasmándose estas diferencias en detalles como los siguientes:
Se prescinde de corte nupcial (damas de honor y pajes), no se estila tampoco el traje largo con velo ni se interpreta la marcha nupcial tradicional, la novia no podrá portar las clásicas flores de azahar, etc. Si el viudo es el novio, la novia si podrá utilizar vestido blanco y velo cuando se trate de su primera boda. Es el estado civil de la novia el que marca la pauta, de modo que si es su primer matrimonio tiene pleno derecho al vestido blanco y a toda la pompa de las grandes ceremonias. Los viudos se quitarán el anillo de boda de su primer matrimonio poco antes de la ceremonia.