Si, en vez de ser en el propio domicilio, la invitación se realiza en un restaurante, el anfitrión también tiene una serie de normas que cumplir. En primer lugar le corresponderá ocuparse de las reservas, lo que se debe hacer con bastante antelación. Puede elegir entre un menú fijo o bien dejar la carta libre; lo común suele ser encargar un palto de entrada o unos entremeses y ofrecer a los invitados la decisión final del plato principal, al menos entre dos o tres opciones.
El anfitrión estará en el local unos diez minutos antes de la hora convenida para recibir a los primeros invitados; si no existe un bar o zona de espera a la entrada, los que vayan legando más tarde serán recibidos por el maître y encaminados a la mesa. El anfitrión se levantara ante la llegada de cada nuevo invitado, para saludarle.
Cuando se toma un aperitivo en la barra, antes de pasar al comedor, la copa inacabada puede llevarse a la mesa (será casi siempre el camarero quien se ofrezca a hacerlo), a diferencia de lo que sucede en un domicilio particular.
La factura
Cuando llega la hora de pagar, el anfitrión se levantará para, con la mayor discreción, hacerla efectiva lejos de la vista de sus invitados, y volviendo después a ocupar su lugar en la mesa. Ni él hará comentario alguno, ni los invitados preguntarán. Si se trata de un grupo muy numeroso, lo más normal es que el anfitrión haya acordado la forma de pago y la manera en que le enviarán la factura. En cambio, si el grupo es reducido y de gran confianza, pedirá y abonará la cuenta al final de la comida o la cena en la propia mesa.
El anfitrión estará en el local unos diez minutos antes de la hora convenida para recibir a los primeros invitados; si no existe un bar o zona de espera a la entrada, los que vayan legando más tarde serán recibidos por el maître y encaminados a la mesa. El anfitrión se levantara ante la llegada de cada nuevo invitado, para saludarle.
Cuando se toma un aperitivo en la barra, antes de pasar al comedor, la copa inacabada puede llevarse a la mesa (será casi siempre el camarero quien se ofrezca a hacerlo), a diferencia de lo que sucede en un domicilio particular.
La factura
Cuando llega la hora de pagar, el anfitrión se levantará para, con la mayor discreción, hacerla efectiva lejos de la vista de sus invitados, y volviendo después a ocupar su lugar en la mesa. Ni él hará comentario alguno, ni los invitados preguntarán. Si se trata de un grupo muy numeroso, lo más normal es que el anfitrión haya acordado la forma de pago y la manera en que le enviarán la factura. En cambio, si el grupo es reducido y de gran confianza, pedirá y abonará la cuenta al final de la comida o la cena en la propia mesa.