domingo, 20 de septiembre de 2009

COMO INICIAR UNA CONVERSACIÓN, RECURSOS Y CONSEJOS

Los problemas comienzan muchas veces antes de entrar en el núcleo de la conversación. Acertar en los primeros momentos de un encuentro con un desconocido es, sin duda, un logro encomiable.

La experiencia refleja que una de las disfunciones más comunes que se producen cuando los recién presentados inician la charla es el olvido de sus nombres. Es bastante habitual que, en estas circunstancias tengamos que disculparnos ante nuestro nuevo amigo y rogarle que nos recuerde su nombre. Se trata de un lapsus de memoria propiciado por una ligera carga de nerviosismo que acompaña a cualquier presentación. No hay soluciones mágicas frente a estos olvidos, pero un pequeño truco que le puede ayudar es el de introducir de vez en cuando el nombre de su interlocutor en la conversación, sobre todo durante los primeros minutos (dos pájaros de un tiro: halaga la vanidad del oyente y le ayuda a usted a recordar su nombre)

Por otra parte, no todos somos extrovertidos ni gozamos al hacer nuevas amistades. Muchas personas sufren al verse obligadas a iniciar más o menos forzadamente una charla con gentes a quienes no conocen. Los primeros diálogos son los más duros, sumándose a la dificultad de encontrar temas de conversación, el temas a manifestar gustos y opiniones que puedan ser contrarios a los de nuestro oyente.


Para empezar

Lo cierto es que, en encuentros fortuitos con personas desconocidas y, en general, siempre que intentemos iniciar una conversación a partir de la nada, terminaremos cayendo en los tópicos y en las trivialidades establecidas al uso. Hablar del tiempo, de los titulares de periódico, pedir fuego, preguntar al otro sujeto si va en nuestra misma dirección, y otras frases similares, son giros aceptados universalmente para componer un principio de dialogo.

Su importancia no radica en el contenido literal de las palabras, normalmente bastante hueco, sino en la intención que manifiestan de desarrollar un charla.

Manteniendo la complicidad del lenguaje simbólico que se emplea en estas ocasiones, es obvio que la respuesta de la otra persona ante preguntas de este tipo habrá de ser valorada, sobre todo, por su tono de voz y por la expresión de su rostro. No es difícil interpretar si nuestro compañero accidental tiene interés en hablar con nosotros o si prefiere continuar en silencio. En cambio, en entrevistas concertadas y citas de negocios, se evitan estos rodeos y se entra directamente al debate, después de unas breves expresiones de saludo y cumplido.

Aunque las costumbres sociales han cambiado mucho en los últimos años, hay preceptos que conservan su vigencia. En lo relativo a las conversaciones, mantiene todo su vigor el que veta, por inoportuna, la propensión a hablar constantemente de uno mismo. Sobre estos vicios que se dan en la expresión verbal ha escrito Nadine de Rothschild algunas reflexiones muy certeras: “hay que tener la modestia de no hablar de si mismo, además de eliminar los tópicos, las frases hechas, los clichés y todo lo que demuestra impersonalidad”. Es incuestionable que el tópico y la frase hecha denotan pereza mental, y falta de imaginación. Huir de esos lugares comunes es una pauta que debe imponerse cualquiera que aspire a una charla amena y atrayente.

Con la debida prudencia, cabe defender la utilización de citas y refranes si se ajustan con mesura y brillantez a la conversación, pero siempre con moderación. Recuérdese una de las recomendaciones que Don Quijote de la Mancha dictó a su escudero cuando este proyectaba asumir el gobierno de la ínsula Barataria: “Mira, Sancho, no te digo yo que parece mal un refrán traído a propósito, pero cargar y ensartar refranes a troche y moche hace plática desmayada y baja”.

Un lamentable efecto producen los tics consistentes en un breve sonido (“humm”, “ejem”, “eeh”…) con los que el orador quiere ganar tiempo o buscar un enlace para unir sus frases. De ser necesaria alguna pausa de este tipo, debe resolverse simplemente con un corto silencio. Utilizándolo de un modo correcto, sirve incluso para aumentar la expectación del auditorio.

Otra de las características de los buenos conversadores es el respeto al turno de los demás cuando están hablando, y la capacidad para hacer respetar el propio evitando interrupciones indeseadas. Para evitar que le interrumpan, no mire a quien lo haya hecho o intentado, continúe mirando a la persona con quien habla y siga la conversación o haga incluso un suave gesto con la mano indicando que no admite de momento la interrupción. Si, por el contrario, quiere usted intervenir, llame por su nombre a quien tiene la palabra o aproveche cuando está terminando una frase o cuando haga una pausa, y comience con unas palabras que suavicen su entrada.

Dialogar, es como mínimo, transigir en el uso de la palabra. Y esta transacción ha de manifestarse en un equitativo reparto del tiempo y del turno, realizado pacíficamente y con naturalidad, de forma que se genere con fluidez un intercambio de frases, preguntas, respuestas y opiniones en el que todos consideren haber dicho lo que tenían que decir y acepten haber oído propuestas y comentarios de interés.

En otro tiempo, los temas “autorizados” para charlar abiertamente estaban muy limitados, pero aún hoy hay contenidos y actitudes que causan mala o muy mala impresión. En este sentido convendría recordar:

- Los “cotilleos” siempre llevan en el fondo una intención maligna, es falta de educación tanto escucharlos como repetirlos.

- Evite hacerse eco de rumores sin contrastar, puesto que les estará dando credibilidad que no tienen

- Es mejor no hablar ni de su salud no de la de los demás y, en todo caso, no entrar en detalles.

- No critique ni permita que critiquen delante de usted a quin no está presente.

- En las conversaciones sobre política y religión, hay que extremar el respeto y la prudencia ya que se consideran temas muy personales.

- Si habla de sus hijos, de su pareja, de su familia o de sus amigos, evite los superlativos desmesurados.

- Procure no hablar durante mucho tiempo de personas que los demás no conocen, ni entable una conversación técnica o especializada si en el grupo hay personas que no lo dominan.

- No utilice palabras o expresiones vulgares, solo sirven para dañar su imagen.