domingo, 20 de septiembre de 2009

LA IMPORTANCIA DE SABER ESCUCHAR

Desde principios de siglo se llevaron a cabo numerosos estudios e investigaciones acerca de la escucha y las conclusiones fueron contundentes; dedicamos a la comunicación entre un 70 y un 80 por cien de nuestro tiempo y, de ese periodo, casi la mitad la pasamos escuchando.

Aunque en una visión superficial se pueda pensar lo contrario, escuchar no es nunca un acto pasivo, sino que exige un comportamiento vivo y dinámico por parte del sujeto oyente. La comunicación es, como mínimo cosa de dos. Oír es un acto involuntario, mientras que escuchar es una acción deliberada que requiere una postura participativa. En consecuencia, la eficacia de la palabra hablada depende casi tanto de cómo se hable que de cómo se escuche.

En puridad, el proceso comunicativo basado en la escucha obliga al oyente a desarrollar ciertas capacidades. Entre ellas, la de sentir y percibir lo que la otra persona esta transmitiendo, la de interpretar ese mensaje que ha captado, la de evaluarlo decidiendo su importancia y validez y la de responder al otro sujeto, haciéndole saber que se ha comprendido su exposición.

Aprender a escuchar, es en cierta medida, aprender a dar. Un buen oyente es el que sabe, realimentar a su interlocutor, ofreciéndole gestos, ademanes o pequeñas preguntas, manifestando asÍ su interés y su participación consciente en el proceso comunicativo. La persona que está hablando agradecerá siempre expresiones de apoyo de los oyentes activos (“¿tú crees?”, “puede ser”…). Estas pueden incluso limitarse a pequeños sonidos de acuerdo o desacuerdo y no deben ser tomadas como interrupciones.

En general las preguntas, si se hacen de un modo adecuado, son las mejores herramientas para escuchar, ya que permiten clarificar lo que la otra persona está diciendo, haciéndole ver al mismo tiempo que el tema es interesante y que se le escucha con atención.

Una de las necesidades fundamentales para quien habla es comprobar que se le escucha. Consciente de ello, hace más de tres mil años el sabio egipcio Ptah – Hotep escribió: “el funcionario que atiende las peticiones de los ciudadanos debería escucharles pacientemente y sin hostilidad, porque el peticionario no desea tanto que le concedan lo que pide como que escuchen lo que dice”. Esto es, con siglos de antelación, lo mismo que se enseña a quienes van a trabajar en departamentos de atención al publico que la escucha activa es un comportamiento muy eficaz para reducir conflictos y granjearse la simpatía de quien habla.

Pero existen bastantes dificultades que complican la escucha. Entre ellas cabe resaltar las más comunes: para escuchar a los demás se requiere tiempo y la vida ajetreada, en la que además predominan las formas audiovisuales de comunicación, no es la más favorable a una escucha atenta; nuestra capacidad de atención es limitada, por lo que entran en juego incluso cualidades físicas, vencer los propios prejuicios no es el menor inconveniente, ya que u oyente cómodo solo escuchara aquello que puede reforzar su propia opinión, sus ideas y su sistema de valores.

Es menester pues, aplicarse en el estudio de algunas de las pautas de comportamiento que nos pueden facilitar el complejo arte de la escucha.

1. En cualquier conversación, la primera actitud positiva es la de no considerarse el único que habla y estar dispuestos a un intercambio de criterios y puntos de vista.

2. Dado que se escucha mejor aquello que se quiere oír, otra de las condiciones para una buena audición es la voluntad de escuchar. Una de las virtudes de un buen oyente es la curiosidad.

3. Establecer un clima agradable, haciendo que la persona que nos va a escuchar se encuentre a gusto, también produce buenos resultados. Ello implica utilizar maneras relajadas y naturales, y evitar la impresión de escasez de tiempo.

4. Respete los silencios de su interlocutor ya que, al igual que las pausas en la música, son una parte fundamental del caudal comunicativo.

5. La persona que habla debe estar mirando de forma constante a sus oyentes, repartiendo la vista entre ellos y buscando su reacción.

6. Cuanto más deje que las otras personas hablen y cuanto más estimule su contribución a la charla, mayor aceptación tendrá usted. Comparta terreno con el resto de los contertulios y no pretenda acapararlo en monopolio.

7. No rechace con brusquedad y precipitación los argumentos de quien habla con usted. Nadie está totalmente acertado ni equivocado.

8. El hábito de repetir las ideas principales que ha dicho el interlocutor es una técnica que permite evitar errores y malentendidos. Fija en la mente del que escucha la esencia del mensaje y subraya el contenido real y las implicaciones de sus palabras a la persona que las pronunció.