domingo, 20 de septiembre de 2009

HABLAR EN PÚBLICO

Cada vez son más personas que en algún momento de su vida social o en su trabajo se ven obligadas a hablar en público, para lo que necesitan conocer las técnicas más elementales de este tipo de comunicación.

El “miedo al escenario”, principal enemigo de los aspirantes a oradores no es en absoluto vergonzoso, lo padecen incluso los más curtidos actores, algunos de los cuales afirman, por cierto, que ese temor es estimulante. A ello se une el miedo al ridículo que a los españoles nos inculcan desde la niñez como un pánico, según destacó Vallejo – Nájera. Sin embargo, cualquier disciplina puede ser asimilada si se pone la debida voluntad y el arte de hablar en público no es una excepción.

El primer paso para iniciar la preparación de un discurso consiste en conocer y definir perfectamente sus condicionantes básicos: el mensaje que se quiere transmitir, los oyentes, el lugar en que se pronunciará y el tipo de intervención.

Como reglas básicas hay que tener en cuenta que el contenido de un discurso debe estar delimitado con la máxima exactitud, tiene que resultar asequible y nítido y es conveniente conocer previamente el tipo y el nivel cultural del público que va a formar el auditorio, así como las características del local donde se producirá la intervención. Sobre este último aspecto, es preferible que la sala sea ligeramente insuficiente para acoger al publico que se espera – la sensación de lleno absoluto es sinónimo de éxito – y que esté bien ventilada e iluminada, además de poseer la acústica correcta.

Sobre el contenido, hay que recordar que cualquier discurso consta de tres partes fundamentales: la introducción que sirve para romper el hielo, suscitar el interés de los oyentes y definir el tema; el cuerpo central, con la exposición de datos, hechos y opiniones que se quieren transmitir y la conclusión, para resumir y reafirmar el núcleo del mensaje y el objetivo de la intervención.

Aunque personalizar el mensaje y “ser uno mismo” cuando se habla ante otras personas es una virtud, junto al respeto a la espontaneidad expresiva de uno mismo, es conveniente tener en cuenta algunas recomendaciones.

- Evite preámbulos excesivamente largo y ofrezca al público cuanto antes el mensaje que quiere transmitir.

- Iniciar el discurso con una anécdota divertida suele ser positivo, genera un ambiente de simpatía y las risas o sonrisas del público dan tranquilidad al orador.

- No dedique alabanzas demasiado efusivas al público, pues si este advierte la falta de sinceridad se predispondrá en su contra y dudará de la veracidad de todo su discurso.

- Motive el interés del público y trate de vincularlo con el tema haciendo atractiva su exposición.

- Huya de las frases hechas, los refranes y las muletillas. La falta de imaginación da la sensación de vulgaridad y aburre siempre. Tampoco abuse de las citas, úselas solo cuando esté seguro de que se ajustan correctamente al contexto.

- Prevenga el peligro de excederse en la repetición de palabras y expresiones, un diccionario de sinónimos le prestará un gran servicio.

- No se le ocurra anunciar insistentemente un final que no llega, solo conseguirá que el público comience a ansiar el autentico fin de su intervención.

- Recurra siempre a la sencillez, reduciendo las ideas a los términos más simples y a un lenguaje accesible a sus oyentes. La economía de palabras suele ser interpretada como franqueza.

- Ponga ejemplos, ya que utilizando comparaciones y contrastes el entendimiento es más rápido y se asimila con mayor facilidad.

- Resalte los mensajes claves, incluso repitiéndolos, aunque con ligeras variaciones, para evitar que se pierdan en el conjunto del discurso.

Es imprescindible valorar la importancia de la duración de una intervención en público, que deberá ser siempre lo más breve dentro de lo posible. En todos los casos es preferible que el público se quede con ganas de más, que no, por el contrario, fatigado y aburrido.

Si su intervención se enmarca en una mesa redonda o en un coloquio, respete el tiempo que le han asignado. Si se trata de un discurso a los postres de una comida, consuma muy pocos minutos y no entre en profundidades.

Puede servirle de ayuda, el preparar la intervención, calcular el tiempo que se tarda en leer lo que ha escrito.