sábado, 12 de septiembre de 2009

FÓRMULAS PARA HACER LAS PRESENTACIONES

La fórmula ritual comúnmente utilizada es similar a “Señora Martínez, le presento al Señor García”.
Hay quienes aconsejan, que al presentar a dos personas, se digan únicamente sus nombres, sin más explicaciones acerca de su profesión o del motivo por el cual se encuentran en el lugar. Nosotros pensamos, en cambio, que una breve información (no más de una o dos frases), puede ayudar a que los recién presentados tengan una idea más clara de quien es cada uno y eviten así equívocos y confusiones molestas. Se facilita, además, el inicio de la conversación entre las personas presentadas. Quien ha hecho la presentación deberá, asimismo, iniciar la charla con algún tema cuyo interés común le conste.

Si se presenta a una sola persona ante un grupo numeroso, se mencionara solamente el nombre de aquella. Los otros deberán darle la mano al tiempo que le indican sus nombres si no lo va haciendo el presentador. En estos casos, hay que evitar la molesta escena del cruce de brazos y posibles “choques”. Y recuerde; primero las señoras, después los caballeros.

Cuando una de las personas presentadas posee un rango muy alto, y se considera que es generalmente conocida (un ministro, el alcalde del lugar, etc), no se dice su nombre sino sólo el del otro: “señor presidente, le presento a José García”.

Vocalizar bien

Es muy importante que quien hace las presentaciones cuide su pronunciación. Evitará hablar entre dientes y se esforzará en vocalizar alto y claro. Resulta embarazoso para los recién presentados que tengan que decirse algo así como “perdón´, no he oído bien su nombre”. Pero si se halla usted en situación, por no haber entendido el nombre de su acompañante, pregúnteselo con naturalidad; siempre será preferible a tener que proseguir la conversación sin poder dirigirse a su interlocutor por su nombre.

¿Qué se dice?

Las personas que acaban de ser presentadas se estrechan las manos (en las formas del saludo se exponen otras posibles modalidades) y pronuncian las clásicas palabras de cortesía: “encantado de conocerle”, “ es un placer”… casi siempre se repiten fórmulas más o menos tópicas, de las que sería deseable huir (por ejemplo: “mucho gusto” , “el gusto es mío” parece un intercambio de frases hueco y forzado), aunque buscar la originalidad a toda costa tampoco es bueno pues puede llevar a decir verdaderas tonterías. Si no se le ocurre algo realmente adecuado, sea prudente y limítese a una frase convencional.

En el mismo momento de la presentación, y antes de que la charla tome forma, no es correcto lanzar preguntas a una dama o un superior, ni siquiera aunque sea una frase hecha del tipo de “¿Cómo está usted?”, pues ello les obliga a contestar de alguna manera y se considera que son ellos, en principio, los legitimados para inquirirnos a nosotros. En cualquier caso, la persona a quien se ha sido presentado (la de mayor rango) es la que inicia la conversación

Los olvidos

Puede suceder que nos corresponda presentar a dos personas y no recordemos el nombre de una de ellas o de ambas. Para solventar este problema hay dos sistemas: reconocer el olvido, pidiendo disculpas, y preguntando el nombre al que habíamos olvidado, o buscar una evasiva indirecta para intentar que ellos se presenten (“ustedes ya se conocen ¿verdad?”) esta segunda no es desde luego, una salida muy airosa, por lo que será mejor recurrir a la primeramente citada.

Cartas de presentación

Aunque ya no se utilizan tanto como en otros tiempos, siguen existiendo cartas de presentación. Mediante ellas, que son escritos breves que se entregan al destinatario en sobre abierto, una persona presenta a otra “a distancia” para que quien lea la carta, amigo suyo, tenga una primera referencia y atienda amablemente al portador de la misiva.