domingo, 20 de septiembre de 2009

EL BUEN TONO EN LAS CONVERSACIONES

Aunque vivimos en una época dominada por la imagen, el elemento fundamental de nuestras relaciones sociales sigue siendo la palabra. “habla para que yo te vea”, dijo Sócrates a un joven al que le acababan de presentar; he aquí una de las numerosas reflexiones de la sabiduría griega que han sobrevivido a los siglos. Todos hemos visto en muchas ocasiones a personas con una presencia impecable que se desmoronan en cuanto abren la boca. Y es que con el atractivo físico se puede nacer, la elegancia de una indumentaria no es difícil de conseguir, pero la belleza de la palabra es el resultado de un arduo aprendizaje ya que en realidad es el espejo de nuestra cultura.

Quien habla lo hace para ser escuchado, lo que implica ser oído y entendido; en consecuencia, resulta imprescindible que sus palabras sean audibles e inteligibles para quien le escucha.

El primer factor a tener en cuenta es la entonación de la voz, cuya importancia es mucho mayor de lo que algunos piensan: siempre resultará más grato escuchar a una persona que habla con riqueza de matices que a quien lo hace con un soniquete monocorde o estridente. Apenas se puede influir en el timbre de nuestra voz, pero sí se puede modular su tono, incluso con prácticas muy sencillas como escribir unas pocas palabras y ejercitarse leyéndolas repetidamente en distintos tonos, del más agudo al más grave y a la inversa.

Desde luego constituye una falta absoluta de educación hablar a gritos o con un volumen desmesuradamente elevado, pero tampoco es de buen gusto hacerlo tan bajo que el interlocutor tenga que efectuar un continuo esfuerzo para interpretar nuestros susurros.