domingo, 20 de septiembre de 2009

LAS AYUDAS

Para hablar en público, el orador puede utilizar dos sistemas de apoyo escrito: un esquema de la intervención o el texto completo. Esta última modalidad es casi más conveniente si no se tiene experiencia previa, aunque, debidamente subrayado, ese texto se utilice como guía. Llevar el discurso escrito y leerlo en su integridad es necesario en circunstancias especiales, hay que tener en cuenta que la lectura de una intervención acarrea inconvenientes: disminuirá el vigor y la espontaneidad del discurso, se hurtará la mayor parte del efecto de la mirada sobre los oyentes, y se perderá en gran medida el tono de voz propio de la conversación, volviéndose más monótono.

Si le resulta necesario leer el discurso que va a pronunciar, puede seguir algunos de estos consejos.

- Escriba en folios por una sola cara, con un tipo de letra mayor del que requiera habitualmente para ver un texto con comodidad y numere las hojas de un modo visible.

- Evite cortar las palabras en el margen derecho del folio, procure no dividir párrafos entre una hoja y la siguiente, y deje un amplio margen blanco en la parte inferior de los folios para no tener que bajar ostensiblemente la vista.

- Vigile las palabras con pronunciación difícil o efectos cacofónicos y sustitúyalas por otras.

- Marque de algún modo los párrafos que, en caso de ajustes de tiempo, pueda suprimir sin que afecten al contenido esencial del discurso.

- Si el discurso es muy importante, prepárelo grabando antes su voz y escuchándola después para descubrir sus propios fallos en el ritmo y en la pronunciación.


Tras todas las presentaciones, el momento decisivo es cuando vaya a ponerlo en practica pronunciando su discurso y enfrentándose al público. Cicerón escribió que “lo que se dice debe ser valorado por la voz, por la fisonomía y por el gesto”. El gran maestro de la oratoria clásica nos pone sobre la pista de un dato muy importante: el público ve al orador al tiempo que lo oye. Por ello, cuando nos situamos ante un auditorio entran en juego dos tipos de factores: externos o físicos, como el lenguaje, el timbre de voz, la gesticulación, la indumentaria o el estilo en los movimientos; e internos o psíquicos como la voluntad, la capacidad de sugestión y el grado de timidez o de energía. El resultado del discurso dependerá de todos estos factores ya que, junto a la calidad de lo que digamos, no hay que menospreciar la importancia del cómo lo digamos.