domingo, 20 de septiembre de 2009

LAS VIRTUDES DEL BUEN CONVERSADOR

Escuchar y hablar en el momento oportuno, sin mantener silencios prolongados ni privar constantemente de la palabra al otro, es una disciplina que debe ser adquirida y ejercitada. Hay personas que tienden a monopolizar la conversación y otras que tratan de deslumbrar con sus conocimientos. Ambos son vicios que terminan aburriendo y provocando el rechazo de los oyentes.

Algunos consejos de gran utilidad para quien quiera ser un buen conversador son los siguientes:

- La gente, por lo general, quiere que se hable de sus problemas, aficiones e inquietudes, no de los de su interlocutor. Según un aforismo clásico se ganan más amigos en dos meses preocupándose de los demás que los que se conseguirán en dos años intentando que los demás se preocupen por uno. Y para poder hablar de lo que interesa a otros es preciso averiguar sus preferencias, sus gustos personales e inquietudes; anímelos a que hablen de sí mismos.

- El nombre propio es algo agradable de escuchar para cualquiera. Cuando quiera mejorar su comunicación con alguien, introduzca su nombre en la conversación varias veces.

- Saber escuchar es una autentica virtud y uno de los fundamentos de la capacidad de seducción. No interrumpa la exposición que le hacen. Preste atención y haga algunas preguntas sobre lo que le dicen para demostrar que estás atento e interesado. En este sentido es muy práctico recurrir, en el momento oportuno, a expresiones de apoyo, tales como “¿si?”, “¿tu crees?”, “¡jamás!”, “¡cierto!”… refuerzan nuestra condición de oyentes activos y no interrumpen al que está hablando.

- Muestre respeto a las opiniones del prójimo. No le diga directamente que se equivoca y, si cree que debe corregir su criterio, destaque primero sus virtudes y aciertos. No se dirija a él con aire de superioridad. Siempre resulta más fácil escuchar una crítica después de haber oído algún elogio. En todo caso, hable de sus propios errores antes de criticar los del otro. Y si es usted quien se ha equivocado, reconózcalo de inmediato.

- Cuando hable con alguien, no comience discutiendo los puntos en que existía divergencia de criterios, acentúe los objetivos comunes.

- Nunca se gana una discusión. Casi nadie acepta con facilidad dar el brazo a torcer. Aun en el caso de que alguna persona consiga demostrar a otra que esta equivocada, la habrá sometido a un cierto grado de humillación, sobre todo si el debate es en público. Ni siquiera en la viveza de una discusión ponga en duda la capacidad de su interlocutor, no pregunte “¿me entiendes?”, diga “¿me explico?”. Si utiliza la ironía hágalo con suavidad.

- Deje que sea su interlocutor quien hable más. Es asimismo preferible dejar que la otra persona crea que las ideas son suyas porque así se sentirá más importante. “como tu sabes bien…” es una vieja fórmula retórica que no falla.

El objetivo básico de las personas que inician cualquier conversación es el de ser oídas y comprendidas por sus interlocutores.

Para ser oídos es preciso hablar con claridad, es decir, con el volumen de voz adecuado al lugar y a la situación, y con una correcta pronunciación.

Para ser comprendidos y evitar interpretaciones erróneas, hay que ponerse en el nivel de entendimiento de quienes nos escuchan, utilizando el lenguaje más adecuado a cada auditorio. Por supuesto, es de mal gusto, salvo que resulte estrictamente necesario, hablar en un idioma que sólo entienden algunos de los presentes.

Del mismo modo, el tono empleado condiciona por completo el resultado de la conversación. Apoyarse en citas de significado equivoco o intentar insertar bromas en un contexto serio afectará de forma adversa a la imagen que se quiere transmitir. No conviene olvidar que contar chistes o anécdotas es casi un don y cuando no se posee es mejor abstenerse de utilizarlos