martes, 1 de septiembre de 2009

EL APRETÓN DE MANOS

La variedad de formas que se puede revestir el gesto del saludo es, a su vez amplísima: los esquimales y ciertas tribus indígenas se frotan la nariz, los indios elevan la palma de su mano derecha, los japoneses hacen una reverencia, etc.

En la sociedad occidental, y por extensión en el resto de los países, el apretón de manos es el gesto utilizado con mayor frecuencia para saludar. Su origen constituye, según la tesis más difundida, una manifestación de paz: extender la mano desnuda era el modo más claro de demostrar que no se portaban armas ni instrumentos agresivos. Exhibir la palma de las manos siempre se asoció con la honestidad, la lealtad y el deseo de concordia. Muchos juramentos se efectúan elevando la palma de la mano o poniéndola sobre el corazón.

Estrecharse las manos es también una señal de reconciliación, de final de un enfrentamiento y de perdón.

Pese a su masiva generalización en nuestra cultura, hay que decir que el apretón de manos es rechazado en algunos países por ser considerado antihigiénico. Es el caso de Japón, donde las personas se saludan con una leve inclinación de cabeza, sin el menor contacto físico. Sin embargo, en otros lugares no tan lejanos, como Rusia, el roce es aun mucho mayor que en occidente, puesto que el saludo puede llegar a consistir en un beso en los labios.

En principio, solo se estrecha la mano a un adulto. No se hace con un niño, y de hecho, el momento en que un joven pasa a ser saludado así se puede considerar el inicio del reconocimiento social de su madurez.

Brevedad y firmeza

La mayoría de las personas prefiere que el apretón de manos sea un gesto fuerte. Dar la mano débilmente puede asociarse en los hombres con afeminamiento y fragilidad de carácter. En las mujeres está mejor visto el gesto suave, pero aún así, si el apretón es demasiado débil puede ser considerado como signo de poca sinceridad o de reticencia. Por supuesto, la suavidad en el gesto ha de ser mayor cuando un caballero saluda a una señora.

Puede concluirse, por tanto, que el gesto de estrechar la mano debe ser breve y firme, de modo que no se muestre flacidez ni tampoco se sacuda con excesiva energía el brazo del otro. Los apretones prolongados solo tiene sentido cuando hay fotógrafos delante. Los muy blandos producen una sensación poco agradable.

En cierta medida se puede conocer el carácter de las personas analizando como ofrecen su mano para saludar. Así, quien la extiende en posición horizontal o conservando la palma de la mano hacia abajo, obliga al otro a asumir una postura sumisa, con su palma hacia arriba, y sin posibilidad de decidir la duración o la fuerza del gesto. Transmitir ya en el momento del primer contacto una intención de dominio es un mensaje que no suele ser bien recibido por la persona a quien corresponde el papel pasivo, lo que nos inclina a desaconsejar este sistema. A la inversa, es señal de carácter débil ofrecer la mano con la palma hacia arriba.

Un gesto lleno de significado

De acuerdo con los numerosos estudios realizados sobre este particular, en los escasos instantes que dura un apretón de manos se transmite información de todo tipo

1. El aspecto de la mano, es decir, la longitud y forma de la palma, de los dedos y de las uñas, así como su limpieza, son un mensaje de comprensión inmediata. Es claro que las uñas mordidas son una señal de nerviosismo e inseguridad. La suciedad es algo peor que un indicio de poco amor propio, es simplemente una infracción a las normas más elementales de la higiene

2. La textura de la piel, que puede ser blanda y delicada o dura y rugosa, proporciona también sugerencias interesantes para conocer el tipo de actividad que desarrolla normalmente la otra persona. Hay un ejemplo histórico muy llamativo: durante la revolución rusa, las fuerzas enfrentadas montaron barricadas en las que se llevaba a cabo un control de brutal sencillez para determinar la clase social del viajero. La prueba consistía en un apretón de manos. La piel suave delataba a los que no efectuaban trabajos manuales, y eso era motivo suficiente para ser llevado delante del pelotón de fusilamiento si el miembro de la burguesía tenía la mala fortuna de ser cazado en una barricada bolchevique. De la misma manera, las manos duras y rugosas de un trabajador podían condenarlo a la horca si caía en manos de los partidarios del zar.

3. El grado de sequedad o humedad de la mano es otro factor relevante, pues el segundo supuesto se interpreta como un síntoma típico de ansiedad.

4. La presión ejercida en el saludo no debe ser demasiado fuerte ni demasiado débil. Por supuesto, no existe una presión determinada que pueda ser considerada la única recomendable, ya que ello dependerá en buena medida de la sensación que se quiera causar a la otra persona. En general, cuanto mayor sea la presión, más intenso es también el deseo implícito de dominio.

5. La duración del contacto es otro indicador cargado de significado. En principio, un apretón demasiado corto, que sea más breve de lo que quepa esperar en la situación de que se trate, se asocia a desinterés y a falta de motivación por el encuentro. A la inversa un saludo que se prolonga algunos segundos por encima de lo normal transmite la idea contraria, es decir, alegría y deseo de cooperar en el contacto que el saludo inicia.

Para hacer el saludo más afectuoso

Según el nivel de confianza o de impetuosidad que quiera imprimir al encuentro quien inicia el saludo, este gesto sencillo puede ser reforzado cogiendo con decisión el antebrazo de la otra persona, o incluso abrazándola. El brazo inactivo (el izquierdo en los diestros) se convierte así en una potente arma para graduar la cordialidad del momento. Basta con dejar reposar la mano izquierda sobre la muñeca derecha del interlocutor, sobre su antebrazo, su brazo, o incluso su hombro. Se logra de este modo un efecto de confianza que es directamente proporcional a la altura del brazo ajeno en que descanse su mano.

Los políticos en campaña, intentando convertir en votos sus efusivos saludos al electorado, popularizan el que se conoce como “saludo guante” que consiste en formar una especie de bocadillo con ambas manos, embutiendo entre ellas la del otro sujeto. En su sentido originario, por supuesto noble y sincero, el “saludo guante” es una demostración de confianza, pues quien lo practica quiere manifestar que es una persona digna de crédito y amistad.