Mucha de nuestra información sobre los estados emocionales de otras personas la obtenemos a partir de las expresiones de sus caras, primer lugar a donde miramos al conocer o saludar a alguien. Su actitud hacia nosotros se verá con claridad según el gesto de su rostro: placer o desagrado, interés o aburrimiento, miedo o enfado, sorpresa, disgusto, cólera, felicidad, tristeza…
La cara seguirá siendo el centro de la atención del otro cuando se inicie la conversación. Recuerde, por ello, que los gestos exagerados, los movimientos demasiado rápidos y las contracciones constantes del rostro no siempre dan énfasis a lo que estamos expresando, muchas veces demuestran poco control de nosotros mismos y revelan mala educación.
La mejor literatura universal está plagada de citas sobre la relevancia expresiva de la cara. “Vuestro rostro, mi señor, es un libro donde los hombres pueden leer extrañas cosas”, puso el inmortal Shakespeare en boca de Macbeth.
En casi todas las partes del mundo, mover la cabeza de arriba abajo significa acuerdo, aprobación o afirmación. Asentir con ella es el mejor modo que tenemos de demostrar que estamos prestando atención a lo que dice otra persona.
Mantener la cabeza alta y ligeramente inclinada hacia atrás suele manifestar una actitud alterna e incluso agresiva. Llevarla baja, por el contrario, suele interpretarse como sumisión, humildad e incluso depresión.
No frunza el ceño. Le creará arrugas y quizás aumente sus jaquecas. Si tiene el entrecejo fruncido o mira de soslayo, puede parecer que está enfadado, enojado o de mal humor.
Se interpreta que quien mantiene los dedos sobre los labios proyecta una imagen de falta de seguridad, quien se rasca el cuello manifiesta duda o incertidumbre, quien despega el cuello de su camisa trata de no sentirse incomodo y posiblemente esté provocando una situación engañosa, o quien se da una palmada en la frente acaba de darse cuenta de un olvido. Todos tenemos registradas mentalmente muchas de estas interpretaciones y si vemos a una persona que nos escucha ladeando ligeramente su cabeza recibiremos un signo de interés; si su pulgar aguanta la barbilla y el índice sostiene la mejilla pensaremos que tiene una actitud analítica; y si se acaricia el mentón, que esta sospesando algo, quizás antes de tomar una decisión.
En suma, lo correcto es mostrar animación en las expresiones faciales, dejando que nuestra cara refleje interés. Aunque todo exceso es malo, es preferible que las expresiones faciales sean vivaces y abiertas en lugar de muy controladas y frías.
La cara seguirá siendo el centro de la atención del otro cuando se inicie la conversación. Recuerde, por ello, que los gestos exagerados, los movimientos demasiado rápidos y las contracciones constantes del rostro no siempre dan énfasis a lo que estamos expresando, muchas veces demuestran poco control de nosotros mismos y revelan mala educación.
La mejor literatura universal está plagada de citas sobre la relevancia expresiva de la cara. “Vuestro rostro, mi señor, es un libro donde los hombres pueden leer extrañas cosas”, puso el inmortal Shakespeare en boca de Macbeth.
En casi todas las partes del mundo, mover la cabeza de arriba abajo significa acuerdo, aprobación o afirmación. Asentir con ella es el mejor modo que tenemos de demostrar que estamos prestando atención a lo que dice otra persona.
Mantener la cabeza alta y ligeramente inclinada hacia atrás suele manifestar una actitud alterna e incluso agresiva. Llevarla baja, por el contrario, suele interpretarse como sumisión, humildad e incluso depresión.
No frunza el ceño. Le creará arrugas y quizás aumente sus jaquecas. Si tiene el entrecejo fruncido o mira de soslayo, puede parecer que está enfadado, enojado o de mal humor.
Se interpreta que quien mantiene los dedos sobre los labios proyecta una imagen de falta de seguridad, quien se rasca el cuello manifiesta duda o incertidumbre, quien despega el cuello de su camisa trata de no sentirse incomodo y posiblemente esté provocando una situación engañosa, o quien se da una palmada en la frente acaba de darse cuenta de un olvido. Todos tenemos registradas mentalmente muchas de estas interpretaciones y si vemos a una persona que nos escucha ladeando ligeramente su cabeza recibiremos un signo de interés; si su pulgar aguanta la barbilla y el índice sostiene la mejilla pensaremos que tiene una actitud analítica; y si se acaricia el mentón, que esta sospesando algo, quizás antes de tomar una decisión.
En suma, lo correcto es mostrar animación en las expresiones faciales, dejando que nuestra cara refleje interés. Aunque todo exceso es malo, es preferible que las expresiones faciales sean vivaces y abiertas en lugar de muy controladas y frías.