miércoles, 22 de septiembre de 2010

CUMPLEAÑOS Y ONOMÁSTICAS

La celebración del aniversario del propio nacimiento (el cumpleaños) y la festividad del santoral que corresponde al nombre de cada uno (onomástica o, simplemente, “santo”) lleva a veces aparejado algún tipo de fiesta privada y de carácter familiar.

Exista o no esa celebración, a todo el mundo le gusta que quienes le rodean recuerden que se trata de un día especial. Por eso es importante que mantengamos en la agenda un listado de fechas a recordar en el que apuntaremos los cumpleaños y santos de familiares, amigos, compañeros de trabajo… y aquellas personas con las que tengamos un trato continuado. Nuestra felicitación, mediante una simplemente llamada de teléfono, causará siempre una agradable sorpresa.

Un caso aparte, y siempre más delicado, es el de los cumpleaños de mueres adultas, ya que tradicionalmente se ha entendido que es de mal gusto preguntar o aludir a la edad de una señora. Para no cometer errores, es preferible ser discreto y no felicitar a una mujer mayor por su cumpleaños salvo que ella de una muestra ostensible de que lo celebra, y, aún así, no se hablara sobre los años que cumple, excepto si ella lo hace. Pese a la extendida costumbre de tener por correcta la expresión “¡que bien se conserva!”, procure no utilizarla ya que implica un halago sobre el estado de esa persona pero en comparación con el elevado número de años que se le suponen.

Aunque no exista una fiesta de celebración, una onomástica o un cumpleaños son buenos momentos para tener un pequeño detalle con personas allegadas o con las que nos creamos en deuda. No deben ser nunca regalos caros y en los casos de mayor confianza se admiten incluso obsequios de tipo personal.

Si se prefiere organizar una fiesta es suficiente con invitar de palabra a familiares y amigos. Lo usual es que los invitados acudan con un regalo, de precio moderado, o que se junten todos o por grupos, para hacer un obsequio colectivo.

En el caso de los cumpleaños parece inevitable que la fiesta cuente con una tarta con velas que apaga el festejado; según la costumbre, éste formula un deseo que se cumplirá si es capaz de apagarlas todas de un solo soplido.