El anillo de boda suele ser un aro sencillo hecho a base de oro o platino, y en su interior se acostumbra a grabar el nombre de los novios y la fecha de boda. La práctica occidental de lucir el anillo nupcial en el dedo anular comenzó entre los griegos. En el siglo III a. C. los médicos griegos creían que existía una vena, la vena del amor, que iba dese el dedo anular hasta el corazón. Este dedo se convirtió en el más apto para un anillo que simboliza algo relativo al corazón.
Los romanos adoptaron la misma practica griega, y los cristianos la continuaron después, aunque llegaba a recorrer casi toda la mano: el novio colocaba primero el anillo en la punta del índice de la novia, con las palabras “en el nombre del Padre”, continuaba con la fórmula “del Hijo”, al tiempo que trasladaba el anillo al dedo medio de su pareja, y finalmente al concluir “del Espíritu Santo, Amén” lo pasaba al cuarto dedo. Esta compleja operación se conocía como fórmula trinitaria.
Para los católicos la introducción oficial del anillo de compromiso data del año 860, el Papa Nicolás I decretó que el anillo de promesa matrimonial se convertía en una declaración oficial de la intención de casarse. Para Nicolás I un anillo de cualquier material o valor no era suficiente sino que habría de ser un anillo de un metal valioso y preferiblemente de oro, de modo que supusiera un sacrificio financiero para el futuro esposo.
Conviene que los novios acudan a la ceremonia nupcial con sus manos libres de anillos o joyas, para evitar confusiones y resaltar el valor simbólico de la alianza matrimonial. Únicamente está admitido, y es incluso aconsejable, que luzcan los regalos de compromiso, que suelen ser un anillo en el caso de la novia (que se lleva en la mano izquierda) y unos gemelos o un reloj de pulsera en el caso del novio.
Los romanos adoptaron la misma practica griega, y los cristianos la continuaron después, aunque llegaba a recorrer casi toda la mano: el novio colocaba primero el anillo en la punta del índice de la novia, con las palabras “en el nombre del Padre”, continuaba con la fórmula “del Hijo”, al tiempo que trasladaba el anillo al dedo medio de su pareja, y finalmente al concluir “del Espíritu Santo, Amén” lo pasaba al cuarto dedo. Esta compleja operación se conocía como fórmula trinitaria.
Para los católicos la introducción oficial del anillo de compromiso data del año 860, el Papa Nicolás I decretó que el anillo de promesa matrimonial se convertía en una declaración oficial de la intención de casarse. Para Nicolás I un anillo de cualquier material o valor no era suficiente sino que habría de ser un anillo de un metal valioso y preferiblemente de oro, de modo que supusiera un sacrificio financiero para el futuro esposo.
Conviene que los novios acudan a la ceremonia nupcial con sus manos libres de anillos o joyas, para evitar confusiones y resaltar el valor simbólico de la alianza matrimonial. Únicamente está admitido, y es incluso aconsejable, que luzcan los regalos de compromiso, que suelen ser un anillo en el caso de la novia (que se lleva en la mano izquierda) y unos gemelos o un reloj de pulsera en el caso del novio.