miércoles, 22 de septiembre de 2010

EL BANQUETE NUPCIAL

Una vez establecida una cifra orientativa de personas a las que queremos invitar al enlace, procede elegir el modelo de banquete que sea de nuestro gusto (almuerzo, cena, cóctel, refrigerio, etc.) y el lugar en que será servido. Dado que los hoteles y restaurantes formalizan las reservas de sus salones con varios meses de antelación, una de las primeras gestiones que deben realizar los novios es la contratación del lugar en que piensan ofrecer el banquete. Si desean que tenga lugar en un restaurante determinado, la consulta habrá de ser incluso previa a la fijación de la fecha de la boda.

El menú deberá ser variado y equilibrado, procurando que los platos sean del gusto de la mayor parte de los invitados, es difícil la originalidad en estos casos, pues la dirección del establecimiento al que acudamos nos ofrecerá la elección entre varias opciones distintas, pero todas ellas muy utilizadas en ceremonias similares. Un pequeño esfuerzo de imaginación podría conseguir que una comida monótona, por excesivamente repetida, se aproximase a la excepcionalidad que se merece un momento tan especial en la vida.

Es también una práctica habitual que antes del almuerzo cena, se sirva un aperitivo, normalmente en un salón distinto al ágape principal. Como todos los aperitivos, sirve para que los invitados se conozcan entre si y charlen unos minutos antes de acceder al comedor. En este momento los novios son los anfitriones, por lo que deben mezclarse entre sus invitados y hacer en su caso, las presentaciones oportunas.

Uno de los temas más delicados es el de la colocación delos comensales en las distintas mesas. Un espectáculo repetido en esto casos, y no por conocido menos desagradable, es el de las carreras que, con escaso disimulo, protagonizan algunos invitados hacia el comedor con el fin de tomar posiciones en los lugares que consideran más adecuados, normalmente formando un grupo con sus conocidos y amigos, guiados por el comprensible objetivo de librarse de la compañía de personas desconocidas durante el almuerzo o cena. Una solución a este problema es que los novios elaboren un plano de las mesas adjudicando, según su criterio, los distintos asientos a personas determinadas. A la entrada del comedor un panel informativo indicará el asiento que corresponde a cada invitado, y en cada uno de los servicios, sobre la servilleta o apoyada entre las copas, una tarjeta manuscrita o mecanografiada confirmará el nombre del comensal a quien se ha atribuido el lugar. Este sistema evitara los inconvenientes a que antes hicimos referencia, y permitirá a los invitados tomar el aperitivo con total tranquilidad. El éxito del festín será total si los novios, buenos conocedores de sus invitados, han sabido agruparlos de acuerdo con sus afinidades.

Como es obvio los lugares de honor del banquete serán ocupados por los novios, sentándose a su lado los padrinos, y al lado de estos los padrinos, y la lado de estos los padres y abuelos de los contrayentes. Si el sacerdote oficiante ha sido invitado, se le ofrecerá también un lugar de preferencia.

Los novios harán su entrada en el salón una vez que todos los invitados, han ocupado sus lugares, momento que, en algunas ocasiones muy ceremoniosas, se rubrica con la marcha nupcial. Los recién casados pueden acudir al banquete de traje civil, aunque no es lo usual (lo harán así si media un amplio espacio de tiempo entre la ceremonia y la comida, por ejemplo, si la primera tuvo lugar a la mañana y la segunda es una cena).

Es tradición imprimir una minuta con el menú del banquete, sobre la que los novios pueden firmar algunas dedicatorias a sus amigos e invitados. Suele hacerse también el brindis por los novios, normalmente propuesto por el padre de la novia. Otra costumbre es la de que abran el baile la pareja formada por el padrino y la novia, para seguir luego los novios (otras veces comienzan ellos directamente. Terminado el primer baile, se entiende que los recién casados quedan libres para abandonar el lugar cuando lo deseen. Son habituales también los regalos que los padrinos hacen a todos los invitados: puros y cigarros para los caballeros y un detalle floral para las señoras seria el ejemplo menos original.

Los comensales deberían evitar los tópicos de dudoso gusto, como los gritos de 2que se besen” o el improcedente espectáculo de cortarle la corbata al novio para repartir los trozos entre los invitados. Tampoco parece de recibo hoy en día, los apretujones y los gritos de las invitadas para abalanzarse a recoger el ramo que la novia les tira. De hecho, ella suele dárselo directamente a su amiga más próxima que esté soltera.

La tarta nupcial es, desde hace siglos, símbolo y sinónimo de enlace. Suele consistir en un bizcocho con helado, presentado en dos o más pisos, que se coloca en lugar de honor durante todo el banquete en espera del solemne corte que han de realizar los novios. Llegado el momento, y una vez que el padrino haya conseguido el silencio de la sala, la novia toma el cuchillo o la espada, colocando le novio su mano sobre la de ella a fin de ayudarle a conseguir que la hoja penetre el pastel. Una vez consumada la primera hendidura, el servicio retirará la tarta, la cortará rápidamente en pedazos y la distribuirá entre los invitados.